RIU Magazine 005

—Yo la arreglo por la noche con mi rastrillo. Me gusta hacerlo. Mis amigos y yo veníamos a buscar objetos perdidos, cosas que la gen- te olvida o pierde. Cuando encontrábamos algo, íbamos al hotel y en recepción siempre nos daban alguna recompensa. Así los huéspedes recuperan sus cosas y nosotros sacamos un beneficio. Para nosotros era algo así como jugar a encontrar un tesoro escondido. Miguel quiso mostrarle a Seim que su com- pañía no le molestaba en absoluto. —Pero, Seim, ¿ahora estás solo? ¿Trabajas para el hotel? —Mis amigos se cansaron, pero yo seguí viniendo. Empecé a rastrillar la arena a mi manera. Me resulta más divertido hacer dibujos en ella, así que sigo haciéndolo. En realidad, los dibujos de Seim se fueron haciendo populares entre el personal del hotel. Y los clientes más madrugadores en- contraban cada mañana la playa decorada de una forma distinta. Así que Seim no tardó en entablar una relación de complicidad con el personal de los dos hoteles que confor- man el Resort Riu. La luz del sol empezaba a iluminar el hori- zonte y a dibujar el perfil de las palmeras y los contornos de la playa con una luz cada vez más brillante. —Mira —prosiguió Seim—, esta noche he en- contrado dos gafas de sol, unas llaves, una pulsera y un pendiente. Los llevaré al hotel. Miguel recordó de pronto el incidente de la noche anterior. —Vaya, Seim, anoche mi novia, perdón, mi mujer y yo perdimos unos pendientes en la playa, quizás sea el que has encontrado. Seim rebuscó en sus bolsillos y le mostró el pendiente. En efecto, era el de Ana, y Seim se lo entregó con una gran sonrisa. Ilusiona- do por el hallazgo, Miguel insistió en encon- trar el otro. Pensó que si los hallaba podría darle una sorpresa a Ana al despertar. El día se iba iluminando, como el ánimo de Miguel. Ambos iniciaron la búsqueda, pero Seim le explicó a Miguel que rara vez se le escapaba algo. —Si no lo he encontrado mientras rastrillaba, será imposible localizarlo, te lo aseguro. He repasado cada centímetro de esta playa. Buscaron sin éxito durante un tiempo más. La luz del día ya era clara. El amanecer era precioso; la luz del sol aprovechaba la soli- taria playa para darse un último chapuzón en el mar antes de que este recuperase su

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