Poesía de mis adentros
MANIFIESTO 16
LOS PAISES BAJOS Ámsterdam, hoy día no es una ciudad para viejos. Así lo advertí, cuando los semáforos hay que pasarlos corriendo (aquí suenan como dos palos golpeándose tras nuestro trasero para conciencia y premura en el paso, y en España suenan como dulces pajaritos que nos llevan en volandas hacia el otro lado), porque enseguida se ponen rojos. Por sus calles transitan, peatones, coches, bicicletas, motos, coches para tontos y tranvías, por distintitos carriles, apenas señalizados sobre un asfalto todo de color naranja, donde bicicletas y peatones se disputan los pasos cebra…Es verdad, me lo dijeron; antes era una ciudad aburrida, y los holandeses decidieron cambiarla; pero hasta qué punto…Si Rembrandt volviera a nacer, se volvería más loco y Ana Frank, hubiera escrito el diario aún más pretencioso, con su sabia astucia vivaz judía. Parece ser que la ciudad es más divertida y la ciudadanía está feliz… Hasta un monje budista, muy simpático, me invitó hacer fotografías cuando entré a su templo del barrio chino; no importaba que fueran con flash, además Buda no se inmutaba, ni nadie se sorprendía cuando visité las tiendas de venta de droga blanda… Por dios, que no se asombren los puritanos… fui solamente a mirar como sobre todo los turistas adquirían mercancía… Los holandeses: poco. Se ve que cuando algo está permitido, pierde interés… Aunque el sexo, parece que no… El barrio Rojo, lo vi muy bullicioso, incluidos autóctonos, toda vez que aquellas bellas, algunas metidas en carnes cobraban 50 euros por un "chupito"… Si, un "chupito", así me lo dijo la guía… Lo veía demasiado caro para ser
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