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PREFACIO

Se puede afirmar que la era moderna del trasplante comenzó con dos acontecimientos trascendentales a principios de la década de 1950. En 1953, Peter Medawar y sus colegas del University College de Londres describieron la tolerancia inmunológica adquirida de forma activa en ratas, anunciando así la ciencia de la inmunología del trasplante y una búsqueda continua de un fenómeno similar y reproducible en humanos. La era moderna del trasplante clínico empezó el 23 de diciembre de 1954, cuando JosephMurray y sus colaboradores de Harvard realizaron el primer trasplante renal entre gemelos idénticos. Estos pioneros fueron galardonados, ambos, con el Premio Nobel por sus aportaciones. En muchos aspectos, el presagio de estos descubrimientos se ha cumplido en los más de 60 años que han transcurrido desde entonces. El mero hecho de que el trasplante de órganos sea el objeto de una serie de manuales como éste refleja hasta qué punto se ha convertido en una práctica médica normativa. Se han salvado cientos de miles de vidas, y años de calidad han sustituido a años de sufrimiento. La comprensión de la compleja inmunobiología de la respuesta inmunitaria ha avan- zado y ha proporcionado amplios beneficios que llegan mucho más allá del ámbito del trasplante de órganos. En la actualidad, se dispone de un amplio arsenal de fármacos inmunosupresores, y las técnicas quirúrgicas innovadoras sirven para ampliar el número (conjunto) de donantes y minimizar la morbilidad. Las organizaciones nacionales e internacionales para compartir órganos constituyen una parte reco- nocida de la escena del mundo desarrollado. En la época actual, el trasplante de órganos puede contemplarse como un edificio complejo que se sustenta sobre una base triangular: en una de las esquinas se encuentra la investigación básica que es la esencia (el alma) del progreso y la innovación; en otra esquina se sitúa la medicina del trasplante clínico, una subespecialidad médica relati- vamente nueva que requiere una atención clínica exigente y detallista, y una experiencia médica amplia y de órganos específicos; en la tercera de las esquinas se encuentran los puntales éticos y culturales de toda la labor del trasplante, una tarea que depende enteramente de un espíritu bien desarrollado de comunidad y humanidad compartidas, y de una confianza absoluta entre el personal médico, los pacientes y las familias. La confianza es la base de la aceptación social del tras- plante de órganos, tanto de vivos como de cadáver. La generosidad y el altruismo de los donantes de órganos y de sus familias pueden proporcionar un enriquecedor y edificante antídoto contra nuestro, a veces, cruel y fragmentado mundo. AMPLE

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