Bulevar Sur N9

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¿Acudir a una academia fue petición suya o iniciativa de sus padres? Cuando no tenía ni tres años, vi actuar a la academia de las Tres Mil Viviendas en las fiestas del barrio de El Cerro del Águila donde vivían mis abuelos. Mi madre se dio cuenta de lo feliz que yo era viéndolos y jugando con las castañuelas, así que le preguntó a la maestra, So- ledad, si tenía edad suficiente para ir a la academia. Ella le dijo: “Tráeme a este niño, que se nota que él quiere bailar”. Así empezó todo. Sin llegar a la mayoría de edad se fue a Madrid. ¿Se considera valiente? No estoy seguro de si hay que ser valiente para coger la maleta, dejar a tu familia y venir a bus- carte la vida con 16 años, pero sí que tenía claro que quería hacer una carrera bailando y que Sevilla ya no me ofrecía lo que yo necesitaba. Así que me vine a estudiar a Madrid, con los grandes maestros de la escuela Amor de Dios, y así conseguí entrar en el Ballet Nacional de España a los 18 años. ¿Qué oportunidades se podían tener antes que no se tienen ahora? Lo que había antes eran más compañías fijas, por lo que las audiciones eran más frecuentes. Las televisiones tam- bién tenían sus ballets de danza española, que hoy ya no existen. El Teatro de la Zarzuela y el Teatro Calderón, que dirigía José Luis Moreno, programaban muchas zarzuelas y obras con ballets españoles. Daban mucho trabajo. Esas grandes compañías se han perdido y han abierto otras, pero de formato más pequeño. Además, la escuela de Amor de Dios era como una oficina de empleo, donde estabas estu- diando y te surgían audiciones porque promotores de todo el mundo acudían allí a buscar bailarines. ¿Quién le ha sorprendido sacándole a bailar? Cuando trabajaba en la compañía de Rafael Amargo, le gustaba dejarse llevar por la impronta del momento y te decía cuando estabas entre cajas: “Rubén, sal y baila por alegrías o seguiriyas”. O te sorprendía cuando estabas bailando y bailaba contigo. Era ese tipo de artista al que le gustaba que improvisáramos. En el momento, era un compromiso, pero aprendías muchos re- cursos para salir del paso dignamente. ¿Quién le gustaría que lo hiciera? He tenido la suerte de haber bailado al lado de muchos grandes artistas y he conocido a Antonio Gades, Pilar López… pero se me ha quedado la espinita clavada de no haber podido trabajar nunca con Antonio el Bailarín ni hacer sus grandes ballets en el Ballet Nacional de España.

«En la pandemia he sentido más unión entre la profesión a la hora de luchar por nuestros derechos como bailarines»

«Ahora, en cambio, casi todo el mundo está separado» ¿A pesar de la distancia física, han revertido esta situa- ción durante la pandemia? Ha habido momentos antes en los que hemos estado más se- parados porque, al trabajar en compañías de pequeño forma- to, en las que trabajas solo con tus músicos y dos o tres artistas invitados, no te relacionas con tantos compañeros como en grandes compañías. En los últimos años, los coreógrafos nos hemos entremezclado más gracias a los directores de los festi- vales, que han promovido espectáculos conjuntos. En el Ballet Nacional de España también estoy intentando ha- cer lo mismo, llamando a coreógrafos a trabajar con la compa- ñía, bien en talleres o creando coreografías. Me gustaría en el futuro montar también algún espectáculo formado por tres o cuatro coreografías de artistas invitados, como se ha hecho ya anteriormente en el Ballet. Es difícil encontrar a coreógrafos cuyos estilos encajen bien juntos, pero ese formato estará se- guro en alguna de mis temporadas como director. En la pandemia no nos ha quedado otra que estar separados, pero también he sentido más unión entre la profesión a la hora de luchar por nuestros derechos como bailarines y para que la danza no se viera perjudicada. ¿Qué opina de las sinergias? Es una gran herramienta en las artes escénicas, en general, En uno de los primeros espectáculos que he preparado para el Ballet Nacional de España he contado con Manolo Marín, Rafaela Carrasco, Manuel Betanzos e Isabel Bayón, todos se- villanos. Han colaborado en el espectáculo del originario de Córdoba pero criado en Granada, Mario Maya. Me encantan todos los artistas de mi tierra porque en Sevilla el abanico del flamenco es muy amplio, desde el clasicismo al barroquismo y la vanguardia, tanto bailaores como músicos, cantaores y compositores. Puede ser porque, al ser una ciudad más grande, donde está el Instituto del Flamenco, confluye gente de muchas partes. porque enriquece el resultado. ¿Y con gente de su tierra?

Fotografía: James Rajotte

Fotografía: James Rajotte

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