Revista GURMÉ Sevilla Otoño 2018

ENTREVISTA

Elena Menini (La Azotea) Mi día libre en...

Er Tito

Isabel Aguilar Fotografías: Raúl Doblado

Roberto Cacciari, dueño de Er Tito, y Elena Mernini sonríen a ambos lado de la barra

Estos dos italianos han encontrado su pasión en la hostelería sevillana y mantienen una amistad que dura ya casi una década. Ella, socia de La Azotea, suele desayunar en este genuino bar de José Gestoso, donde también acude a picar algo en otros momentos del día.

¿Siempre prefiere las barras cuando va a algún establecimiento?

bien que se lleva con el cliente y lo que char- la. Parece un auténtico hostelero sevillano porque le ha cogido muy bien el punto a la profesión.

Estoy enganchada al concepto de barra sevi- llana y siempre que puedo me busco un hueco en ellas. No quiero ni sentarme, me gusta de pie y con el codo apoyado en la barra. Es una manera súper divertida de ir a los sitios, una forma muy distinta de lo que yo conocía y que te permite comer estupendamente, algo que no suele ocurrir en otros sitios. Vivo en la calle Regina y me coge de camino para ir a La Azotea, así que suelo desayunar aquí. También a la vuelta paro con frecuencia a tomarme algo. ¿Qué hace si es hora punta y Roberto no puede detenerse a charlar con usted? Eso ocurre muchas veces pero no pasa nada. En la hora del desayuno ni le hablo porque siempre hay mucha gente. Me gusta ver lo ¿En qué momento del día suele venir?

¿Qué le gusta pedir en Er Tito?

Si es para desayunar, pone unas tostadas in- creíbles en las que puedes combinar todos los ingredientes que quieras sin que te cobre de más. Para el tapeo, me gusta pedir croquetas, flamenquines, puntillitas y caracoles cuando es temporada. ¿Cómo ha vivido la evolución gastronómica que ha experimentado Sevilla en la última década? Ha sido un cambio tremendo, de la noche al día. Me impresionó cuando llegué que los ba- res que había estaban descuidados y eran algo antiguos. Me fascinaban esos sitios con una cocina diminuta capaces de sacar comidas tan buenas, me costaba entender la gastronomía de la ciudad. Salíamos a cenar con amigos de

Elena Menini está vinculada a La Azotea desde sus comienzos y en estos años ha sido testigo del gran cambio que ha vivido la hostelería sevillana. Le preguntamos cuál es la barra en la que suele desconec- tar, el establecimiento que visita con más frecuencia y donde se siente reconfortada, y apenas lo duda. Elige el de su amigo Ro- berto Cacciari que, al igual que ella, es de la ciudad italiana de Bolonia, aunque fue en Sevilla donde se conocieron. Cada vez que se encuentran, si no hay mucho pú- blico en Er Tito, ellos conversan tranqui- lamente en su lengua materna mientras Roberto sirve puntillitas y croquetas con el mismo gracejo que si fuera sevillano.

¿Cómo dio con Er Tito?

Cuando llevaba poco tiempo en Sevilla un amigo italiano me contó que un chico de mi ciudad tenía aquí un bar y fui a verle. ¿Qué fue lo que le “enganchó” del estableci- miento? Al llegar a esta ciudad me chocó mucho el concepto de barra que hay porque en Italia solo se usa para cafés y snacks, no para comer. De hecho, los bares que tienen barra no tienen licencia de restaurante. Enseguida me acostumbré a esta forma de comer de pie y me hice amiga de Roberto.

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