ESPECIAL PREMIOS LA VOZ DE CADIZ 21-11-2019-SUPLEMENTO

S U P L E M E N T O E S P E C I A L J U E V E S 2 1 . 1 1 . 2 0 1 9

14 PREMIOS LA VOZ 2019

En el nombre del padre, del himno y del esposo guardián de la chirigota

La viuda deManolo Santander, Meli Grosso, y su hijoManolín afrontan la faena de ordenar un legado que ya pertenece a la memoria de los carnavaleros :: LA VOZ CÁDIZ. Resulta imposible pero no lo saben. Sería cruel decírselo. Nunca ter- minarán el trabajo y es un consuelo. Tra- tan de poner orden en lo que deja en el Carnaval, y de Carnaval, su esposo y su padre. Están en esemomento desgarra- dor y trabajoso, feliz y triste, de abrir y clasificar todo lo que dejó Manolo San- tander Cahué hace pocomás de dosme- ses cuando falleció a los 56 años y se lle- vó la firma, el sello y la compleja fórmu- la magistral de la chirigota sencilla, rít- mica y eterna, la que retumba en el es- tómago, al compás de la risa. Tratan de aplicarse a la tarea y se la muestran a los que llegan a su casa –ates- tada de cosas e irremediablemente va- cía– para explicar lo titánica que resul- ta. Hay tipos guardados o colgados de más de 30 años. Desde que empezó este siglo, multiplicados por dos, o por tres, porque Manolín no ha parado de salir, es una figura en lo suyo, y la hija, la her- mana, es corista de corazón. Los trofeos parecen darse codazos en las estanterías del salón y en el cuarto empapelado por fotos del rey de los nudillos. Las hay de fantásticos posados, de grandes profe- sionales, de prensa, montajes, portadas, con leyendas, pósters, con tipos elabo- radísimos, pero también espontáneas, familiares, algo movidas, informales y con esos besos y abrazos que nunca pier- den sabor pese a estar congelados. Está feo decirles que han iniciado una faena de imposible cumplimiento. La memoria de Manuel Santander Cahué no está en su casa de LaViña, en el cuar- to en el que componía, en las cien ca- jas y los mil discos duros, en los recor- tes ni en las camisetas a su nombre. Esa herencia está compartida de boca en boca por vías aéreas que no pueden co- gerse, guardarse ni sacarse. Igual apa- recer en la grada del Carranza que en una barbacoa de chavales con guitarra, en un campamento juvenil que en el convite de una boda, en una sobreme- sa navideña o en un aperitivo cerca de suCaleta. El patrimonio inmaterial (di- rían los cursis) es lo que tiene. El legado que Santander deja al Car- naval deCádiz y a sus aficionados es in- tangible. No puede contarse ni tocarse. Son coplas y palabras que, como todos sabemos, transmiten emociones y sen- saciones, pasiones. No hay cajas de car- tón ni discos duros para guardarlo. Sólo puede conservarse en una nubemilena-

Lo dice un experto absoluto en la obra de su padre. No sólo por la pasión del pa- rentesco, también por trabajo. Está im- pulsando, «aunque nos cuesta mucho todavía», una antología que ya tiene cien- tos de solicitudes de actuación. «Creo que sólo lo haremos este año, luego se- guiremos cada uno con nuestras cosas. Él lo querría así, no quería que nos pará- semos, ni en lo peor de la enfermedad, nos echaba a trabajar, a ensayar, a hacer lo que tocara, nos animaba él a nosotros». Por más trabajo que se le ponga, el le- gado carnavalesco, la herencia de coplas, no puede planificarse, ni guardarse, qui- zás ni premiarse, sólo puede disfrutar- se, escucharse, cantarse y vivirse. Es un ritual centenario que provoca prodigios: «Mi padre adoraba la tradición de Juan Poce, de Fletilla... Precisamente Fletilla, escuchó una chirigota suya cuando era chiquillo, por casualidad, porque cantó antes de una gran comparsa deAntonio Martín. Por entonces, niños y adultos cantaban mezclados. Fletilla se quedó tan admirado que preguntó quién había hecho esa chirigota de niños. Se enteró de que erami padre, se enteró dónde vi- vía y se plantó en su casa. Mi padre dice que le temblaban las piernas al ver allí a su ídolo, en el patio. Fletilla le pidió ami abuelo que dejara ami padre salir con él. Peromi abuelo no le dejó porque enton- ces el Carnaval estabamal visto, se veía como de gente chunga, borrachines y eso. Pero eso te da idea de lo que tenía dentro mi padre, desde chico». Su idilio con La Caleta, con La Viña, con la chirigota y el cuplé ya no le aban- donó nunca. «Salió desde el 81 hasta 2019, con sólo dos años de parada, 2012 y 2013, me parece. Tenía muy buen re- cuerdo de ‘Los deCapuchinos’ de ‘La fa- milia Pepperonni’ pero disfrutaba todos los años. Por esta época de septiembre y octubre ya estaba pensando sin parar, apuntando, encerrándose, contándonos ideas, cantándonos...», afirma su viuda con una inmensa sonrisa tocada de lá- grimas. Hasta el final: «Esa última cuar- teta del último popurrí, cuando la escu- cho ahora... Parecía que sabía lo que ve- nía. Si no hubiera sido por esa última chi- rigota no sé si hubiera aguantado tanto, le dio mucha fuerza». Cantando y riendo le recordarán, ellos y todos. «Tuvo una buena vida, con su familia, porque somos muy familiares con naturalidad, sin buscarlo, su playa de La Caleta, su pesca, su fútbol, se lle- vó un golpe tremendo con el cierre de Delphi pero... Sus amigos, su pasión por el Carnaval, cantó con todos, por todos lados, todo el mundo le quería», resu- men los dos. Y se levantan para seguir con el imposible de ordenar y guardar unamemoria sonora y de imágenes que, realidad, ya vive repartida entre unmi- llón de cabezas, unmillón de gargantas.

Meli Grosso, en la gala de LA VOZ. En el recuadro, Manolo Santader. :: A. V.

ria llamadamemoria colectiva, tradición oral. Y ahí está para siempre.. LAVOZ lo premia como reconocimiento a todo lo que le dio a una fiesta que era su fijación. MeliGrosso, suviuda, yManolín, suhijo, le recuerdan con lágrimas de alegría. Aún le hablan y le oyen cantar en esa casa en la que escribía de forma casi compulsi- va, instintiva. «De repente, se sentaba ahí, donde estás tú –le dice al redactor– y anotaba cosas», recuerdan. «Recuerdo cuandome cantó la prime- ra vez el pasodoble de ‘Con lamaldición de vivir siempre en LaCaleta...’ –detalla su hijo– le dije que era una barbaridad, que no sabía lo que había hecho, que eso iba a quedar. Tenía ese don, esa geniali- dad, algo que no se puede aprender ni explicar. A mí no se me habría pasado por la cabeza ese pasodoble». Memiró y me dijo: ‘¿Sí? ¿De verdad? ¿Tú crees?’» La naturalidad y la espontaneidad for- man parte del ingenio y la brillantez. También la casualidad. Meli recuerda otra anécdota ilustrativa de lo influyen- te del azar: «La primera vez queme can- tó ‘Me han dicho que el amarillo...’, en la cocina, le dije que no lo cantara, que

era un pesado, que llevaba ya unos cuan- tos pasodobles al Cádiz, que se repetía. Y mira». El himno universal, más que oficioso, del CádizClub de Fútbol, de su Cádiz de su alma, ni siquiera pegó muy fuerte aquel año: «Gustó pero no fue gran cosa el año en el que se cantó. Fue a partir del siguiente, y del otro, crecien- do, creciendo...», recuerda su hijo. Su casa en LaViña es unmuseo atestadode imágenes, trofeos y vivencias compartidas conmiles de amigos y aficionados «Si no hubiera sido por esa última chirigota no sé si hubiera aguantado tanto, le diomucha fuerza»

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