Gurme Sevilla 18-Invierno 2020

ENTREVISTA

Detrás de la barra... El Algabeño es de esos bares en los que uno nunca se siente extraño ni solo. Nolo Fernández lleva las riendas del negocio y recibe con hospitalidad a todo el que llega, aunque reconoce que la ausencia de su hermano David aún es demasiado palpable en el día a día. “Él era la alegría”, lamenta aún emocionado. A su lado sigue Quique Elvira, un fiel camarero que cada jornada sirve tostadas y tapas con la agilidad de un espadachín de primera. ¿Cuáles son las especialidades de la casa? Las tapas clásicas, como guisos y potajes, pisto, albóndigas, espinacas, carne con tomate... ¿El público se extraña de encontrar un bar de siempre junto a la Alameda? La gente de esta zona no está acostum- brada a los bares de toda la vida, porque la mayoría de sitios que hay tienen tapas modernas. Esto es distinto, es como comer en casa y nuestros clientes nos lo dicen: ‘esto sabe como cuando cocina mi abuela’. La comida casera y el trato cercano es lo que hace volver a nuestro público. Más de una vez he estado a punto de quitar la reja de la ventana o cambiar los azulejos pero en el fondo pienso que tener un puntito cutre puede ser un reclamo, porque es un síntoma de auten- ticidad. La gente quiere estar cómoda y comer cocina casera a buen precio. ¿Llegan (llegaban) muchos extranjeros? Claro, porque estamos tan cerca del mer- cado y la calle Feria que muchos venían y quedaban encantados. Teníamos incluso la carta en inglés. ¿Nunca ha pensado modernizar el espacio?

Tener un puntito cutre es síntoma de autenticidad.

- Nolo Fernández

Nolo Fernández Escudero

Manuel, más conocido como Nolo, trabajaba en el campo siendo apenas un adolescente cuando acudió a una entrevista de trabajo en el bar que hoy regenta. Su madre (Rosa Escudero) solía desayunar allí cada mañana antes de ir a trabajar a una casa del centro y el dueño del entonces bar Fran-Mar buscaba un nuevo camarero. Se quedó y aprendió el oficio de manos de su jefe, Gabriel Simois, quien al cabo de los años decidió traspasar el negocio y Nolo no dudó en quedárselo. Lo hizo con el apoyo de su familia (su abuela puso de aval su propia casa para que le concedieran el préstamo). Casi 25 años después está orgulloso de haberse convertido en un puntal gastronómico para los vecinos de la zona y mantener la esencia de un auténtico bar de siempre.

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