Centenario Concurso Patios Córdoba

40 CENTENARIO DEL CONCURSO DE PATIOS CÓRDOBA 1921-2021

DOMINGO, 2 DE MAYO DE 2021 ABC abcórdoba.es

EXPRESIÓN DE LAS ARTES

Luz, color y vida, el sueño de artistas y escritores

Los Romero de Torres y Rubén Darío, Azorín y Baroja y la sensibilidad de García Baena han descrito y se han inspirado en los Patios de Córdoba ∑

exhibe una buena parte de su obra, había uno que en los últimos años se ha abierto durante la fiesta, y que tiene algo también de jardín arqueológico. No es el único de su familia que lo hizo, porque también pintaron patios Rafael Romero Barros y Rafael Romero de Torres. Los pintores que trabajaron sobre todo en la segunda mitad del siglo XX ya se asomaron a una rea- lidad consolidada que había pasado de ser algo cotidiano a uno de los orgullos de Córdoba, especialmente en primavera. Fue el caso de Rafael Botí, uno de los autores más reco- nocidos de aquelos años con una pintura del paisaje y de Córdoba muy reconocible. Pintó muchos patios, tanto en el Palacio de Viana como los patios populares que par- ticipan en el concurso. Se puede ver, por ejemplo, en «Patio de la

vida sigue en el exterior. Las otras dos obras que plasman los patios son tempranas y por lo tanto no están en el estilo tan reco- nocible de mujeres misteriosas y paisajes cordobeses que el pintor tendría después. Se trata de «La siesta», realizada en el año 1900, y de «Pereza andaluza» que puede ser del arco entre ese año y 1904. La pintura de Romero de Torres es todavía luminosa y con una pale- ta de colores más clara de lo que

POR LUIS MIRANDA CÓRDOBA

E l arte nace ante todo para plasmar la belle- za, que es siempre algo más de lo que está delante de los ojos. Los creadores son capaces de extraer eso que los observadores «normales» no son capaces de distinguir, el ingredien- te que convierte en extraordinario lo que es sólo normal. Los Patios de Córdoba han fascinado por igual a los que tienen habilidades artísti- cas y a los que nacieron sin ellas, y si estos se conformaron con plas- marlos en fotografías rápidas, aquellos fueron capaces de sacar aquello que los distinguía al llevar- los al lienzo o al papel. Pintores y escritores conocieron los patios y contaron con las palabras o con los colores lo que quizá no podía estar a la vista de todos. Antes que el concurso de los Patios de Córdoba, del que se cum- ple ahora el centenario, fueron los patios como recintos, la forma de vida que se asociaba a esa zona interior entre cal, árboles y plantas florecidas. Por eso Julio Romero de Torres, que apenas pudo conocer los primeros años de este concurso al final de su vida, ya pintó los patios. No hay gitanillas, macetas azules, pozos ni todas las señales que hoy se tienen como imprescin- dibles, pero sí se advinan el reposo y la convivencia. En sus primeras obras, como «Mira qué bonita era». Su estilo no es todavía tan recono- cible, pero en esa impactante obra la escena del velatorio del cadáver de una niña tiene como fondo un patio de vecinos. Los que viven alre- dedor se asoman a consolar a la familia y los niños miran entre los barrotes de la ventana mientras la

Judería», en que la quietud geométrica que siempre acom- paña a este artista recoge el blanco, las macetas y una buena parte del espíritu de la fiesta. ángel López- Obrero, otro pintor coetáneo, también se fijó en estos recin- tos con «Patio cor- dobés», lo mismo que Juan Martínez Cerrillo, un autor que ha pasado a la historia como escul- tor e imaginero, pero que también plasmó la Córdoba de su tiempo en sus cuadros. Uno de ellos anuncia la fies-

sería después. En el primero, una joven vestida de blanco duerme sobre una mercedora ante un paisaje de paraíso con plantas, flores y mucha luz. El segun- do es parecido, aun- que con la diferencia de que la mujer no aparece dormida, sino sentada en una silla y con la cabeza apoyada sobre una mano. Macetas, árboles, enredade- ras y plantas que trepan por los muros encalados

«Patio de la Judería», de Rafael Botí

BAROJA Y AZORÍN DESCRIBIERON LOS PATIOS CON PALABRA PRECISA, GARCÍA BAENA ENCONTRÓ EN ELLOS EL ALMA DE CÓRDOBA Y AUTORES COMO FERNANDO QUIÑONES LOS PLASMARON EN VERSOS

son el escenario que muestra que el Patio de Córdoba ya esta- ba configurado y era un orgullo para quien lo tenía. Todavía volvió a este tema el pin- tor en el año 1905 con un la obra «Mal de amores», que está a mitad de camino entre aquel primer len- guaje y el que sería característico muy poco después. Las figuras humanas ya están en muy primer plano y el patio vuelve a ser el ele- mento de luz. Romero de Torres conocía el patio de primera mano porque en su casa, lo que ahora es el museo donde se

ta en este año de su centenario. Pero los Patios de Córdoba, ade- más de para enseñarlos, son para contarlos, y por eso abundan los testimonios literarios ya desde la transición entre los siglos XIX y XX. Rubén Darío visitó Córdoba en un viaje en que conoció otras ciudades andaluzas y entrevió el misterio del patio, pero incluso Pío Baroja, más austero en su forma de expresión y

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