GURME Sevilla 25 -Otoño 2022

ENTREVISTA

El bar es la universidad de la calle

- Pepe Sigüenza

Dani Reche

hace algo más elaborado y lo trae, pero el día a día es sencillo. ¿Conoce a todo el que entra? A la inmensa mayoría sí. Raro es que un día entre alguien a quien no conozca. La mayoría del público es gente del barrio, todo el que llega se suma a la tertulia que haya en ese momento. ¿Le gusta ya más esto que delinear? Ahora me gusta más este trabajo. Esto es la universidad de la calle, no tengo ni que ver las noticias, aquí llegan y lo cuentan todo. ¿Qué pasa cuando el bar se llena? Yo estoy solo para atender al que llega y la gente lo sabe. Son comprensivos si tienen que esperar un poco.

Detrás de la barra... Pepe Sigüenza

Daniel Redondo Reche (Dani Reche en el mundo de la cocina) estudió y ejerció la informática pero desde pequeño su madre le había inoculado el veneno de la cocina. Dejó su trabajo de ocho a tres y los fines de semana libres para dar rienda suelta a su imaginación en los fogones, algo que siempre ha hecho de forma autodidacta. De niño era el pinche de su madre y la ayudaba expurgando lentejas o partiendo ajos. Ya de adulto nada le gustaba más que hacer turismo gastronómico y anotar sus impresiones en un cuaderno. Así conoció, entre otros, a un joven Dabiz Muñoz mucho antes de su etapa de Diverxo. Y de pronto se lió

la manta a la cabeza y se entregó a la hostelería, primero con una franquicia y ya en 2011 con Depikofino. En su cocina aún se nota la influencia de su madre, que le enseñó a trabajar los contrastes y a poner mucha pasión a cada receta que hacía. Ahora ha dado un paso más con la reciente apertura de su segundo establecimiento, que lleva pocas semanas funcionando en Castilleja de la Cuesta. Le acompaña en esta nueva aventura su mujer, Rocío Ponce, que durante el confinamiento se colgó el mandil y se lanzó al mundo de la repostería artesana.

Después de trabajar 30 años como delineante llegó la crisis de la construcción y Pepe se quedó en paro. Su hermano Juan le llevó un día a una bodega pequeña, donde se servían vinos y chaci- nas, y le preguntó: “¿tú sabrías hacer esto?”. Le prestó el dinero y hasta le dio el nombre, puesto que pertenecía a una tertulia cofrade que ofrece- ría esos primeros clientes al negocio. ¿Le costó acostumbrarse a estar detrás de la barra? Al principio sí, pero realmente era un trabajo fácil que podía hacer sin problemas: servir cerve- zas y cortar chacinas. Mi mujer de vez en cuando

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