HOY EnSalsa 6 Primavera 24
ENTREVISTA
complicado, aunque siempre ha tenido su cari ño y comprensión. Y es que con 57 años ha vis to de todo. Aunque Miguel Martínez hable mucho, en realidad es conocido porque nunca le sobran las palabras. ¿Ha desaparecido la barra de toda la vida? En mi caso, la barra la hemos quitado por temas de horarios: la gente se quedaba ahí tomando su cerveza o su vino y al final entra ban muy tarde a comer, y los camareros tienen horarios y no pueden hacer más horas de la cuenta, esto no es como antiguamente. Por otro lado, en cuanto a la barra como concepto, ya no existe porque hay pocos camareros bue nos. Y es muy difícil de controlar, la verdad, eres tú quien tiene que mantener el control sobre ella, es muy difícil llevarla. Entonces, ¿qué queda de los psicólogos de barra? Un buen camarero es un buen psicólogo, sal vando las distancias. Al final, siempre intenta mos dar el mejor servicio posible, acoplándote al cliente y escuchándole. Creo que va de la mano con ser amable: si vienen unos padres con niños, preguntarles si los niños comen pri mero, por ejemplo, para estar mejor atendidos. Eso el cliente siempre lo agradece. O casos como el de mi amigo Alfonso, que venía siem pre a las cinco a tomarse una cerveza. Siempre le echaba la bronca porque era muy tarde y me revolucionaba el gallinero. Tenía un cáncer y una de sus últimas comidas fue aquí. Y el últi mo día me dijo: «venga, vámonos ya que Miguel tiene que descansar». Se acordó de mí y de esas conversaciones que teníamos siempre, con sus buenos momentos y los malos, como cuando se enteró de su enfermedad. Un buen psicólogo, sin duda, y muy sacrifica do. Otra educación, otra percepción de la vida. A mí me ha costado mucho encontrar buenos camareros. Creo que la tendencia ahora, en hostelería, no es la misma. Ser camarero no vende bien, la verdad. Es como si no supiera hacer otra cosa, y como no sabe, se tiene que meter a esto, cuando no debería ser así. Se han ¿Cómo era el camarero de antes? ¿Y el de ahora?
El Bar Miguel es un bar de toda la vida. Todo está como debe estar: limpieza, orden, rapidez, simpatía y buenos productos. Con esos mim bres, hasta la cerveza sabe diferente. Unos 17 años después de su apertura, la clientela no deja de crecer, si bien los de siempre nunca fallan. Sus mesas, a no ser que haya un contra tiempo, están disponibles para los habituales. El don o el doña no faltan nunca y aquí, a la gente se le trata de usted. Miguel Martínez tie ne todos estos conceptos interiorizados desde que, con 14 años, entrara a trabajar de camare ro de forma casual. Le ofrecieron ganar algún dinero y encontró su vocación, una vocación muy difícil por el sacrificio que exige. «Si son de los buenos, claro», puntualiza. Cuenta que los camareros de verdad sí tienen esa parte de psicología y que en su mantra está el servir siempre. Con sus trucos, como en todo oficio. Los lunes de descanso, para él, que no para sus empleados, no son sagrados; a cambio, sus clientes ya se han convertido en amigos, en familia. Toda una vida detrás de la barra tam bién tiene sus beneficios. Asimismo, con los años nota que pierde la paciencia un poco más. El equilibrio con su familia, confiesa, ha sido
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