PASIÓN EN SEVILLA 147 Cuaresma 14-02-2024

J. M. SERRANO

bras dejó de mencionar calles concretas para ver cofra días porque sabía que se masificaban. De su observación nacieron categorías: las semanas santas altas o bajas, las cofradías de cuatro gatos y cin co alquilones, o aquellas «con iglesia quemada en la gue rra y pasos estropeados por la riá» de la que hablaba «el manto de la primera puntada». Abogó por una manera de ver cofradías en la calle sirviéndose de un verso de Quevedo: «sólo lo fugitivo permanece y dura». Y nos re galó un buen puñado de palabras: inventadas o resca tadas: alfolí, revellín, zaquizamí, la chambra de patén de los menestrales de un corral de vecinos o la alcánda ra sobre la que se posa gallarda y altanera el águila im perial o ‘pajaro’, para los armaos de la Macarena; el ma cho del antifaz, los cuarteles de un estandarte, el cirio

al cuadril; las hopas de los asilados de la Caridad que blandían una esquila como la del muñidor de la Morta ja. Nos trajo nombres populares: la trompetería, la tam borería, el lujerío o el plumerío de las huestes romanas macarenas por la calle Anchalaferia. Recuadros en fondo y forma: en prosa poética, cuan do no en romances como el de ‘Los oles de la Madruga da’ o en alejandrinos deleitosos como los que compuso para Juan Moya o Ramón Ybarra o en soleares como en su ‘Canción para estrenar Sevilla’. Su obsesión fue Sevi lla, cuya idea divinizada era la Macarena. Un sueño com partido, como reflejó en la dedicatoria de un libro al au tor de estas torpes líneas que no han sido capaces de plasmar mejor la grandeza y relevancia para la Sema na Santa de la obra de Antonio Burgos.

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