Pasion en Sevilla 148 Marzo 2024

El triunfo del amparo

POR SILVIA TUBIO

M aría está adecentando la saya que ha elegi do para este Martes. Todos los años se pre para con esmero de cara al gran día que ya está amaneciendo; lo sabe, sin abrir la ven tana de las devociones pero los primeros rayos se cue lan ya por el dintel de la ojiva. «A ver cómo se da esta tarde», se dice para sí misma mientras su casa se va llenando poquito a poco de actividad y de nervios con trolados. El inmenso manto celeste que forman las capas de sus hijos no pinta aún el crucero de su casa. Es tem prano. Mira de reojo a la ventana donde se detienen siempre los viajeros a encomendarse. Una vieja tradi ción que a pesar de los siglos transcurridos se sigue repitiendo. Ya no hay puertas que cierren la vieja ciu dadela, pero sí madres con el corazón encogido cuan do ven partir a sus hijos hacia un futuro incierto. «Buen viaje», les susurra a todas ellas cada vez que las ve re zar delante del primero y mayor de sus vástagos; al guien que dejó humillarse hasta la muerte para darle sentido a la vida de los que abrazan el amor de Dios. Cabeza de barro y corazón de hierro que esta mañana de Martes ya ocupa su lugar, al lado de los que querrán mofarse de él. Pero convencido de que muy cerquita de él su madre le estará amparando como la legión de almas que empiezan a hacerse multitud en la puerta de su casa. Falta todavía para que llegue la hora acor dada, pero la fe quiere volver a reencontrarse con el milagro de la salida más asombrosa de la Semana San ta. Habrá incrédulos que rompan con su credo y se re gi re ya n ue ta va n de m en di ue u n en re al rle os. na án ta de ta or el n re

fugien para siempre en la mirada de ella. Nunca es tar de para la buenaventura. María sabe de la importancia del momento y de la jornada. Tras superar las fauces graníticas que la ama nezan cada vez que sale de su casa, tiene la misión prin cipal de llevar amor a todos los desamparados que pue blan una ciudad cada vez más irreconocible. Por el ca mino se cruzará con otras Marías. Si algo tiene esta tarde es que reúne a un ramillete de las más hermosas flores que crecieron en el jardín de Sevilla: Dulce Nom bre, Encarnación, Angustia, Gracia y Amparo... y tam bién, como no, su hermana Candelaria, esculpida por las mismas manos primorosas hace cien años. Dos hermanas condenadas a vivir en la distancia salvo cuando llega el Martes que las acerca como nun ca. Hubo cierta ocasión que las dos subieron casi coji das de la mano aquella cuesta interminable por culpa de la lluvia. El agua destrozó una vez más el Martes Santo pero permitió a las hermanas mirarse muy de cerca. Nunca la lluvia fue tan emocionante. Ya de regreso a su barrio, María viene ojerosa de car gar sobre sus espaldas los dolores de tanto desamparo. A pesar del cansancio, a la luz de las velas, se ve tan bo nita. Le queda pasar por la plaza que lleva el nombre de quien no quiso jugársela por su hijo. Aquel Pilatos que se lavó las manos con las lágrimas de una madre que per día a su hijo. Es la última estación antes de llegar a casa; el preámbulo al segundo milagro del día que acabará por reconciliar, aunque sea por unos instantes, a todos sus hijos. La misión se ha cumplido. Descansa madre.

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