Pregón de Semana Santa Joaquín Romero Murube

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do de los únicos años felices de su vida-sus corre­ rías por la Alameda del Duque, el cariño de aquella buena señora doña Rosario Bastida, que hace de &ngel tutelar suyo, las clases en San Telmo, éntonces Es­ cuela de Mareantes, sus paseos por el Alcázar, aoom­ pañando a su tío José, que decoraba por entonces las yeserías del Palacio de Don Pedro...-<:uando está en Madrid, cuando realiza su obra literaria, apenas re­ cuerda su ciudad. Cierto que hay dos leyendas de am­ biente sevillano: "La Venta de los Gatos" y "Maese Pérez el Organista". Pero es una Sevilla accidental, remota, legendaria. ¿ Sabéis cuando piensa y siente Sevilla? Cuando piensa en la muerte, cuando quiere que le entierRn. En los últimos meses de su vida, allá desde el Monasterio de Veruela, él escribe sus céle­ bres cartas. En la segunda hay una referencia directa y terminante a Sevilla. Quiere que cuando muera lo .entierren aquí. A la orilla del río, por donde él pasó tantas horas felices en su niñez.

Y para terminar este recorrido literario, llegue­ mos hasta nuestros días. Nuestra última gloria lite- raria, José María Izquierdo, am6 tanto la muerte, que Izquierdo

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