25 años dela invasión

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LA PRENSA SÁBADO 20 DE DICIEMBRE DE 2014

DIRECTOR. El coronel Roberto Díaz Herrera (Izq.) fue el primer director del Instituto.

Cortesía

por el altomando.

rrieron por su vida o se es- condieron ante la superiori- dad bélica de los invasores. En las barracas apresaron

De manera que en Río Hato quedaron pocos solda- dos,aunqueGarcíasevalede testimonios para reportar enfrentamientos de hasta sieteminutos en los queusa- ron tanquetas, cohetes tierra aire,AK-47yametralladoras de 50mmy 60mm. La revista tomael casodel sargento Catalino Domín- guez. Narra cómo este pa- nameño empezó a disparar una ametralladora contra los aviones hasta caer aba- tido. En total murieron cua- tro soldados, según la publi- cación. Pero muchos miem- bros de las Fuerzas de De- fensa, con su reputación de guerrerospordemostrar, co- a los tomasitos.Lesexigieron ponerse lasmanos en lanuca y los tiraron al piso. Igual suerte corrían los heridos. López Cedeño yació una ho- ra en el suelo hasta su tras- lado al área de talleres co- nocida como Motor Pool. Siempre custodiado por un ranger , empapado en san- gre, el cadete fue llevado al amaneceralabiblioteca.Allá le pusieron una venoclisis. Subió horas más tarde a un aviónHércules rumbo aHo- ward. Una ambulancia lo condujo al hospital Gorgas, donde estuvo recluido hasta LosapurosdeldirectorPorras * SE DICTABA UN BACHILLERATO EN CIENCIAS CON UNA FUERTE DISCIPLINA. LA MAYORÍA DE LOS JÓVENES DE ENTRE 15 Y 18 AÑOS ERAN HIJOS DE CAMPESINOS, DE TRABAJADORES Y DE PEQUEÑOS COMERCIANTES QUE VEÍAN AQUÍ LA POSIBILIDAD DE OPTAR POR CARRERAS DE CARÁCTER CIVIL, POLICIAL O MILITAR. el27dediciembre.Luegofue trasladado al hospital Santo Tomás. Volvióasucasael4deene- ropara recuperarsede lashe- ridas. La más compleja: la perforación del pulmón de- recho. Un día antes se había entregado Noriega a las tro- pasdeEstadosUnidos trassu refugio de varios días en la Nunciatura Apostólica (em- bajada del Vaticano). El co- mandanteenjefede lasFuer- zasdeDefensanohizounsolo disparo. No tenía rasguños. FAMA. En la década de 1970 y 1980 los tomasitos se hicieron célebres por sus desfiles en actos en homenaje a la patria. Cortesìa

■ El mayor Francisco Porras, egresado de la escuela Chorrillos de Perú, dirigía el IM- TH y la Escuela de Oficiales Ge- neral Benjamín Ruiz. Los “to- masitos” estaban en exámenes y los “benjamines” se habían ido de vacaciones. Hoy, a sus 63 años, cuenta por primera vez su versión: “A las 11:45 p.m., del 19 de diciembre me dicen: ‘Lo lla- ma su mamá, es urgente’. Me alerta: ‘¡Están bombardeando el Cuartel Central!’. De inmediato me fui a despertar a los 29 ca- detes que estaban cerca. El resto dormía en barracas como a cin- co minutos en carro. Al lado de la cuadra de los cadetes estaba la armería, a cargo del sargento primero Felipe Magallón (...). Luego vino la primera bomba, que cayó a unos 75 metros. Or- dené apagar las luces y en eso cayó la segunda, como a 50 me- tros, cerca de la playa. Tampoco dio en el blanco, que éramos nosotros. Cuando íbamos en busca de los cadetes, empezaron a caer los paracaidistas, entre- nados en Fort Bragg. En una mano llevaban una miniuzi y usaban la otra para manejar el

dor, hoy un alto comisionado. Picota fue herido con esquirla, y Magallón y yo empezamos a sa- car a los cadetes por el río Fa- rallón. Ellos disparaban de dos helicópteros, pero cuando las ae- ronaves se acercaban entre sí de- jaban de disparar, lo que nos daba un margen de acción. También el hecho de que ahí teníamos gansos, chivos y ca- ballos ayudó a distraerlos, por- que algunos se confundían y les disparaban a los animales. En eso aparece Cáncer Ortega, un artista que yo había llevado pa- ra pintar los muros con motivos nacionalistas. Como había es- tado en Nicaragua, le ofrecí una AK-47, pero me dijo que no sa- bía disparar, y le entró una cri- sis de asma por lo que lo de- jamos cerca de un árbol (...) Magallón se fue con los últimos dos muchachos. Posteriormente me enteré de que se regresó a la armería por un dinero y fue ahí cuando murió. Yo me había ido por Cáncer, con quien me man- tuve hasta casi el amanecer cuando nos ubicaron. Cáncer salió con las manos en alto en señal de rendición, lo que me

dio tiempo de ocultarme en el monte. Sé que ellos no arries- gan hombres, por lo que no pei- nan el área (...) A las 7:00 a.m. u 8:00 a.m. escuchaba en un megáfono la voz de un puer- torriqueño que decía: ‘Ríndan- se, tomasitos, que su coman- dante está muerto’. Todo el día me quedé entre el fango, el agua y la maleza. Solo al ano- checer me desplacé hasta la fin- ca de un señor Ruiz, quien me ayudó a ir a Río Hato en un caballo. Y de ahí hasta Peno- nomé, al Aquilino Tejeira, don- de me reencontré con Picota al día siguiente, 21. Todavía Coclé y Chiriquí no habían capitulado (...) Por supuesto que habíamos practicado un plan de evacua- ción que consistía en sacar a los muchachos en buses en media hora para Las Guías y Antón (...) Pero no teníamos informa- ción de que ese día invadirían, como sé que la tuvieron desde muy temprano otros oficiales como David Ocálagan, Alex Ga- rrido y Gonzalo Chalo Gonzá- lez. ¿Por qué no se me avisó? ¿Por qué una omisión tan gra- ve?”

Francisco Porras

‘paraguas’. Eran probablemente entre 50 y 100. Pero no cayeron donde esperaban, ya que ahí, en Río Hato, debes saltar sobre el mar para caer en la pista. En ese momento se me unen el sub- teniente Iván Picota, de La Ex- pedicionaria, y un compañero suyo de la graduación de Ecua-

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