25 años dela invasión

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LA PRENSA SÁBADO 20 DE DICIEMBRE DE 2014

PENONOMÉ. Los residentes de la ciudad convivieron con los estadounidenses de forma pacífica hasta los carnavales. LA PRENSA/Ana Rentería

AGUADULCE La estación de policía fue ocupada por los soldados de Estados Unidos con la cooperación de los ciudadanos. LA PRENSA/Ana Rentería

cuando veía que la gente de Noriega comenzó a entregar sus armas a los estadouni- denses en el cuartel de Farallón. Las armas que confisca- ban los estadounidenses eranllevadasdesdeelpueblo de Farallón al aeropuerto de Penonomé, donde eran tras- ladas en helicóptero a la ca- pital. Santos Herrera apoyaba lacampañadesuamigoLuis Narváez, del partido Moli- rena, y fue víctima de los Codepadi en la mañana del 20 de diciembre. El residente cuenta que comenzaron a dispararle a su casa desde afuera por ser opositor de Noriega. “Eso parecía un Martes de Car- naval”, recuerda, por el ruido ocasionado por las balas. Se escondióenel bañode suca- sa, que estaba marcada con una “T” que significaba “trai- dor”, según indica. “Si ma- taban a Noriega, iban a ma- taratodos losqueteníanuna ‘T’ en su casa”, añade. Herrera contóque tras los disparos, entraron a su casa pero logró escapar. Se tras- ladó hasta el ingenio Santa Rosa,propiedaddesuamigo Eric Arturo Delvalle (quien fuepresidentedePanamáen 1985 al sustituir al presiden- te Nicolás Ardito Barletta 1988) y que le dio refugio hasta finales de diciembre, cuando se normalizaron las cosas enAguadulce. “Cuando llegaron los gringos, para mí fue la sal- vación... porque los batallo- neros salieron huyendo”. Moisés Tejeira trabajaba como director de la Univer- sidad Popular de Penonomé y cuenta que previo a la in- vasión, los Codepadi lo sa- caron de la institución con todos los empleados. “Ellos [los Codepadi] lle- naron la calle de gente ar- madayestabanenlaavenida JuanDemóstenes Aroseme- na”, la avenida central de Penonomé. ‘PARECÍA UN MARTES DE CARNAVAL’ NO HUBO BOMBARDEOS

DAVID. Luis Del Cid, jefe de la tercera Compañía de Infantería Diablo Rojo, se rindió para evitar el ataque. Cortesía/Olmedo Morales

ANTÓN. La antigua base de Río Hato fue bombardeada. El ruido se escuchó hasta Penonomé. LA PRENSA/Ana Rentería

“ MÁS SE COMPRENDÍA LO QUE PASABA AFUERA, QUE LO QUE SUCEDÍA EN NUESTRA PROPIA CIUDAD”. Alberto Hueter PENONOMÉ sentí un ruido raro; eran los Codepadi que se habíanme- tido por la parte de atrás de mi casa”. Ella cerró las puer- tas y vio cómo huían. La penonomeña narró cómo “los gringos” bajaron con sogas de los helicópteros un par de días después de la invasión a Panamá. “Las personas les brinda- ban café y galletas. En Na- vidad les llevamos tamales, arroz, tamal de olla”, contó. ‘NO SABÍAMOS SI ERA QUE NO CABÍAN EN LA CALLE’ El penonomeño Alberto Hueter explica que previo a la invasión solía verse a Noriega en algunas calles de

Penonomé. “El ambiente era muy pesado, no se podía ha- blar, nadie se podía reunir”. No recuerda la presencia de los militares en la calle, ni que intimidaran a los ciuda- danos. Él vivía con su familia en su casa frente a la vía Inte- ramericana en Penonomé y aúnrecuerdael sonidode las bombas que cayeron en Río Hato durante la noche. “Se escuchaban claramen- te”. El pueblo estaba conmo- cionado, teníamos mucho miedo”. “Recuerdo lapresenciade los tanques estadounidenses apuntandocontra lasvivien- das; no sabíamos si era que nocabíanenlacalleyviraron el cañón hacia nuestros ho- gares, pero fue algo impre- sionante... Temí pormi vida; uno estaba en una incerti- dumbremuy grande”. Sin embargo, Hueter afir- ma que era necesario poner unalto a ladictaduramilitar. “Muchas personas fueron víctimasde ladictadurayeso fue muy doloroso para mu- chas familias”, destaca. “Las noticias de afuera informa- ban lo que sucedía... Más se comprendía lo que pasaba afuera, que lo que sucedía en nuestra propia ciudad”, re- cuerda. Ana María de Martin es- tabaensucasaenPenonomé cuando sus hijas la llamaron por teléfono a las 11:00 de la noche del 19 de diciembre y le dijeron que habían ataca- ‘ME APUNTARON CON METRALLETAS’

“Cuando se supo que ve- nían los gringos... no quedó ni uno; se veían los rifles tirados por todos lados, se escondían en las casas”. Tejeira afirma que luego de la llegada de los estadou- nidenses se dio libertad a los “sediciosos” que estaban aprehendidos en los cuarte- les de policía. “Cuando los gringos lle- garon nos quedamos en el parque y comenzaron a ha- cer amistad con la gente en un momentito... no hubo bombardeos ni disparos”. Lidia Eneida Quirós re- cuerda que unos cinco días antes de la invasión, los Co- depadi pasaban por el frente de su casa en San Antonio y gritaban “Ni un paso atrás”. “Se veían unas tanquetas grandes de los Codepadi y todo el mundo se asustaba”. No recuerda que la comu- nidad interactuara con los policías. Todo lo contrario. “Noso- tros vivíamos con miedo... Mi mamá prendía la radio para escuchar las noticias ‘LES BRINDABAN CAFÉ Y GALLETAS’

queveníandeCostaRicapor Radio Impacto y yo la re- gañabaporque lospolicíasse ponían a escuchar en la puertadelacasa.Yelladecía, “¡pero si estoy enmi casa!” Estando en su casa en Pe- nonomé, un pariente cerca- no que vivía en Panamá la llamó la noche del 19 de di- ciembre, pasadas las 10:00 y le dijo: “¡Las tropas nortea- mericanas invadieron Pana- má!’ ... yme preocupé”. “Muchas personas tenían miedo de que los gringos co- menzaranamatargenteyde que los Codepadi se fueran a enfrentar con ellos”. Quirós indica que el 21 de diciembre se comentaba en el pueblo que los estadou- nidenses entrarían a Peno- nomé por el río Las Men- dozas. “Pero estaban en el cerro Los Pavos, se veía el helicóptero con ellos llegan- do”. Quirós vio cómo corrían los vendedores del mercado que dejaban en el camino frutas y verduras. “Tiraron las sillas y mesas, y corrían como locos por aquí gritan- do ‘¡vienen los gringos!” “Yoestabaconmimamáy

“ EL OBISPO DE LA CIUDAD DE DAVID ERA CARLOS AMBROSIO LEWIS, QUE POR RADIO COMENZÓ A LLAMAR A LOS POLICÍAS JUBILADOS PARA QUE PUSIERAN ORDEN”. Humberto Álvarez DAVID

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