Kaplan y Sadock. Manual de psiquiatría clínica, Cap. 21.

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21. Otros problemas que pueden ser objeto de atención clínica

si proceden de familias problemáticas, es más probable que se suici‑ den al ser sometidos a prisión y tortura. Los prisioneros deben enfren‑ tarse a una ansiedad continua, miedo, aislamiento y pérdida completa del control sobre sus vidas. Quienes parecen adaptarse mejor son los que creen que tienen un motivo para sobrevivir (p. ej., contarles su experiencia a los demás o volver a ver a sus seres queridos). Los pri‑ sioneros que mejor se adaptan explican que viven simultáneamente en dos niveles: afrontan la situación en la que se encuentran para sobrevivir mientras mantienen constantes conexiones mentales con sus valores y experiencias del pasado y con quienes son importantes para ellos. Más allá de las dificultades personales que puede sufrir quien ha sobrevivido al cautiverio, como el trastorno de estrés postraumático, si su conducta de supervivencia se mantiene, su familia puede verse afectada por su miedo desmesurado a la policía o a los desconocidos, por la sobreprotección y abrumación de los niños para reemplazar a las personas importantes que perdió, la falta de un pasado compartido, el aislamiento persistente de las comunidades donde viven en la actua‑ lidad o la ira expresada de forma inoportuna. Así, otra generación (los hijos de los supervivientes) puede quedar afectada en su desarrollo personal y en sus funciones psicológicas, y quizá necesite evaluación y tratamiento psiquiátrico ( véase también el capítulo 8, Trastornos relacionados con traumas y factores de estrés , para un comentario más detallado sobre este tema). Una mujer católica de 75 años de edad, superviviente de la prisión polaca de Pawiak, en Varsovia, y después de un campo de con‑ centración tras su captura como miembro de la resistencia en la Segunda Guerra Mundial, declaró que hubiese querido ser pintora. En el campo, talló una Virgen con el Niño en su cepillo de dientes y lo envió a su madre. Realizó otras tallas clandestinas para que varias mujeres del campo las enviasen a sus familias, lo que com‑ plació a todas. Después de la guerra, se convirtió en una escultora reconocida con exposiciones en toda Europa. Muchas de sus escul‑ turas muestran personas que sufren y un respeto por aquellas que pertenecen a culturas o religiones diferentes. PROBLEMAS DE FASE DE LA VIDA Pueden aparecer problemas en cualquier momento a lo largo del ciclo vital: el primer día de escuela para un niño, el divorcio de los padres para un adolescente, el inicio de la universidad para un joven, así como matrimonio, paternidad, enfermedad, cuidado de los padres ancianos y muchos otros. Aunque los adultos reconozcan en distinto grado que los acontecimientos vitales que suceden durante su vida interferirán en sus planes, los sucesos inesperados, numerosos o muy negativos, en especial si son duraderos, pueden desbordar la capaci‑ dad de una persona para recuperarse y actuar de forma constructiva. Los problemas habituales de la fase de la vida incluyen cambios en las relaciones, como cambios o pérdidas de las relaciones personales importantes, crisis laborales y paternidad. Debido a la socialización de los roles sexuales y sus consiguientes expectativas culturales, los hombres parecen ser más capaces, exter‑ namente, de manejar los problemas de las etapas de la vida, mien‑ tras que las mujeres, las personas de estrato socioeconómico bajo y los miembros de grupos minoritarios parecen más vulnerables a las experiencias negativas, quizá debido a que se sienten menos fuertes psicológicamente. Los cambios importantes en la vida provocan un malestar en forma de ansiedad y depresión, incapacidad para expresar con franqueza las emociones reactivas y, a menudo, dificultades para hacer frente a sus responsabilidades nuevas o actuales.

mayor facilidad el nuevo idioma y siguen madurando en su nueva cultura, mientras que los de más edad, que han tenido una mayor esta‑ bilidad y unas rutinas invariables en su cultura de origen, deben esfor‑ zarse para adaptarse. El choque cultural en la inmigración se distingue claramente de la inquietud y los cambios de domicilio continuos a los que empuja el trastorno mental en algunos pacientes psiquiátricos. Puede producirse un choque cultural en personas dentro de su propio país ante cambios geográficos, de escuela o de trabajo, como al alistarse en el ejército, al utilizar por primera vez el transporte escolar, al desplazarse a través del país o al mudarse a un vecindario completamente diferente o desde un área rural a una gran ciudad. Los síntomas reactivos, que son comprensibles, incluyen ansiedad, depresión, aislamiento, miedo y una sensación de pérdida de iden‑ tidad mientras la persona se adapta. Si el individuo forma parte de una familia o de un grupo que experimentan juntos esa transición y el desplazamiento es positivo y planificado, la tensión puede ser menor. También se minimiza el estrés si estas personas pueden mantener por lo menos algunas tradiciones culturales mientras se integran en la nueva cultura. Los cambios geográficos constantes debido a oportunidades de trabajo o por necesidad afectan a una gran proporción de trabajadores en los Estados Unidos. Compartir actividades en la nueva comunidad y la búsqueda activa de relaciones con los nuevos vecinos y compa‑ ñeros de trabajo pueden ayudar a disminuir el choque cultural. Una estudiante universitaria de primer curso, de 18 años de edad, consiguió una beca de una pequeña universidad del sur para espe‑ cializarse en una disciplina de su interés. Al volver a su casa en el Medio Oeste a pasar las vacaciones de invierno, se dio cuenta de que se sentía inadaptada entre sus compañeras de dormitorio. Eran amistosas, aunque mantenían distancia con ella después de clase. En su casa, comentó sus experiencias con amigos del instituto, que le contestaron que habían oído hablar sobre estas discordancias cul‑ turales con los compañeros en las universidades del Medio Oeste. La estudiante regresó a la universidad sintiendo que no era culpa o imaginaciones suyas, y poco a poco comenzó a acercarse más asertivamente a sus compañeras, de modo que pudieran llegar a conocerse más allá de los estereotipos. Lavado de cerebro El lavado de cerebro se practicó por primera vez en la China comu‑ nista con prisioneros de guerra estadounidenses durante la guerra de Corea, y consiste en la provocación deliberada de un choque cultural. Las personas son sometidas a situaciones de aislamiento, alienación e intimidación, que les hacen sentirse diferentes y fuera de lugar, con la finalidad de quebrar su carácter y destruir su capacidad de afrontamiento. Una vez que la persona está mentalmente debilitada y desvalida, los agresores le imponen nuevas ideas que en situacio‑ nes normales no hubiese aceptado. Del mismo modo que sucede con las personas captadas por las sectas, al liberarse y regresar a casa, quie‑ nes han padecido un lavado de cerebro y sufren trastorno de estrés pos‑ traumático necesitan un tratamiento de desprogramación, que incluye reeducación y psicoterapia de apoyo continua, ya sea individual o en grupo. El tratamiento para recuperar la autoestima y las habilidades de afrontamiento suele ser largo ( véase también la sección 23.4). Prisioneros de guerra y víctimas de tortura Los prisioneros que sobreviven a la tortura y a la guerra lo hacen gracias a la fuerza interior que desarrollaron en su vida anterior, con principios adquiridos en familias emocionalmente fuertes y cariñosas;

Las personas con actitudes positivas, con relaciones personales y familiares sólidas, mecanismos de defensa y estilos de afrontamiento AMPLE

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