Mayores_Cadiz_Numero_04

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EXPERIENCIAS PERSONALES

Toda una vida

un corazón que no le cabe en el pecho. A la vez es muy alegre y también trabajadora. Ahora trabaja en Sevilla y se encuentra muy feliz, no sólo por el enlace sino que ella es así. La vi muy enamorada y ella es muy transparente. Y tiene un desparpajo que no puede con él. No le da ver- güenza nada. En la Iglesia trincó al novio y no le soltaba. El novio también es muy bueno y la quiere a rabiar. Le deseo mucha salud y mu- cha felicidad ¡a ver si esta vez Dios me hace ese favor! Yo me lo pasé muy bien: es- casa particular. Había que lle- var las sillas de casa y no había pupitres. Era un primer piso y en la planta baja había un de- pósito de un almacén. El suelo era de madera con agujeros y los niños jugaban a introducir por ellos una cuerda a la que ataban un trozo de pan en su extremo para que las ratas lo mordieran. En las casas no había ni agua ni luz corriente. Solía haber un pozo de donde sa- caban el agua. El agua no era potable y había que ir a una fuente pública para poder be- berla. Cuando el pozo de la casa se secaba, por ejemplo en verano, había que traer el agua hasta para limpiar. Como tampoco llegaba la luz eléctri- ca, había que alumbrarse con mariposas o reverberos. Los fines de semana no eran como ahora. No había muchas actividades de ocio y diversión. Sólo en verano, los cuatro domingos de agosto,

Agustina cuenta cómo fue su vida y cómo es ahora

AGUSTINA UED Ntra. Sra. de la Caridad Sanlúcar de Barrameda Agustina vive sola y sus hijos viven cada uno en su casa. Aunque es ciega, tiene una vi- vienda en propiedad y es au- tónoma en la medida de sus posibilidades. En la actualidad piensa que hoy se vive muy bien. «Esto es como el cielo». «Mis primeros recuerdos son de cuando yo tenía cinco o seis años. Corría el año 1937. En esa época había muy po- cos colegios y para recibir un mínimo de formación la ma- yoría de los niños asistíamos a las denominadas «migas». Las clases las impartía una seño- ra que no era maestra en una

Agustina piensa que en la actualidad se vive muy bien

algunos padres llevaban a sus hijos a tomar un helado. En aquella época no había coches, solo había un taxi en el pueblo. La gente se movía en borricos y mulas, no había dinero ni para bicicletas. Había mucha escasez de ropa y la poca que había de- cente estaba en la casa de em- peños. Es sorprendente ver la vida de ahora, ver cómo los hom- bres respetan a sus mujeres,

queda. Ahora que me pongo a contar… también estaba mi hijo, que era el padrino de la novia. Me sentí orgullosa, ya que siempre fue un niño muy lindo tanto por dentro como por fuera. Cuando llegó la noche les dije que ya estaba cansada y me trajeron a la residencia. Ya en mi cuarto, pensaba en el día vivido. Fueron muchas las emociones que sintió mi corazón ese día y, como cada noche al acostarme, lloré, pero esta vez, de alegría. A ti te lo cuento, Ana. Tú querías que te escribiera y ahora tengo la ocasión. Dis- fruté un montón y allí no faltó de nada. éstas trabajan y son indepen- dientes. Antes se dependía del sueldo del marido para poder vivir. Hoy en día las mujeres tienen muy pocos hijos y eso está muy bien, no se les pue- de criar bien cuando son mu- chos. Sin embargo, los niños tie- nen demasiadas cosas y no las valoran. Antes sólo se tenía un muñeco de pasta o de cartón y con eso tenías que jugar».

La boda de mi nieta

ANTONIA BASALLOTE CR Conil Solidario

Ayer se casó mi nieta y por eso voy a escribir lo que viví. Fueron unas horas en las que me sentí feliz, aunque a la iglesia no fui capaz de ir. Creía que no podría resistir porque no me encuentro muy bien de ánimo y no quería meter la pata, así que decidí no ir. Pero al convite sí que fui y cuando la vi llegar, y no es porque sea mi nieta, parecía una diosa. Hasta me puse a temblar de la emoción. Es una niña muy buena y tiene

Antonia Basallote

taban mis cinco nietos, mis sobrinas y sus maridos y también la hermana que me

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