Gurmé N15 Invierno 2019

ENTREVISTA

Detrás de la barra... Hace medio año abrió junto a sus socios Fernando Arias y María Rubiño su primer establecimiento en propiedad después de años trabajando en diversos negocios de hostelería. ¿Por qué eligieron Nervión para abrir La Malhablada? Vimos el local que llevaba un tiempo vacío y nos pareció una oportunidad por la cantidad de gente que mueve esta zona, entre los trabajado- res del edificio Sevilla 2 y los partidos de fútbol. El espacio nunca se había dedicado a hostelería y hubo que hacer una gran reforma. ¿Cómo definiría a su público? Entre semana tenemos mucho cliente de oficina y el fin de semana gente del barrio, sobre todo, especialmente jóvenes, ya que la media de edad de nuestra clientela es de 25 a 40 años. ¿Qué concepto de cocina traían? Nuestra idea era tocar las recetas tradicionales que no pueden faltar en Sevilla, como la ensala- dilla, la carrillada y los montaditos, pero también queríamos darle un toque más moderno con platos como el tartar o el risotto. Nuestro jefe de cocina, David Cala, ha trabajado en Cádiz mu- chos años y conoce muy bien el pescado, con lo que ahora hemos empezado a trabajar doradas, lubinas, chocos y otras variedades, que solemos servir a la plancha. ¿Suele la gente joven que les visita decantarse por sus recetas modernas o por las más tradicionales? Muchos innovan, pero la mayoría se deja llevar por lo que les recomendemos. Nos piden nuestra opinión y se dejan guiar. ¿Cuáles son sus herramientas a la hora de tratar con el público? Yo soy natural y espontáneo y procuro atender siempre con una sonrisa. Si hemos trabajado con alegría en muchos negocios que no eran nuestros ahora con éste tenemos que ser los más alegres del mundo.

Carmen Deza

Es joven pero no le tiembla la voz cuando tiene que negociar con proveedores o dar órdenes a su equipo. Lo ha visto hacer demasiadas veces a su padre y ya, sin apenas proponérselo, le sale solo. Carmen estudió Publicidad y Relaciones Públicas y a ello pensó dedicarse antes de caer en las redes de la hostelería, por la que sentía una especie de amor/odio que acabó convirtiéndose en idilio. Desde niña ha vivido la dureza del negocio en las inagotables horas que su padre echaba antes de ir a casa. Muchas veces ella le esperaba y se acurrubaba entre las mesas esperando con paciencia la hora del cierre. Por eso ahora no teme al sacrificio que supone tener su propio restaurante y mira de frente a los retos que le quedan por venir. De momento, se queda como está, pero no descarta crecer en un futuro porque tiene la ambición de la gente joven que sabe donde pisa.

Procuro atender siempre con una sonrisa.

- Javier González

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