Por todo ello, además de pasarlo muy bien en el colegio, fui siempre
consciente de la suerte que tenía de ir a un colegio de chicos y chicas, con
un conjunto de profesores de una talla moral e intelectual muy alta, donde
había como directoras tres mujeres excepcionales. Y aprendí mucho, no
solo desde el punto de vista intelectual, sino también a respetar a los de-
más aunque fueran diferentes, a no levantar la voz ni ser agresiva para te-
ner razón, a no tirar papeles al suelo y dejar las cosas ordenadas… también
me tomé en serio la asociación de alumnos y comprobé lo que era una or-
ganización democrática.
Mi primera experiencia universitaria en Madrid y mi toma de conciencia
política:
no se porque decidí estudiar Ciencias Políticas ni recuerdo que nadie
me dijera que no lo hiciera. En el bachillerato había escogido letras, en vez
de ciencias, y ello me limitaba las alternativas. Me di cuenta nada más em-
pezar de que los profesores franquistas no sabían enseñar y además expli-
caban cosas absurdas y, a veces, a gritos como Fraga, que para enseñar
teoría del Estado entraba en el aula vociferando, acompañado de un ayu-
dante que debía ser quien luego corregía los exámenes y le hacia el trabajo
administrativo. no fui capaz de estudiar el libro de Fraga y en junio sus-
pendí para aprobar después en la convocatoria de septiembre gracias a
“empollarme” un libro gordísimo del Fondo de Cultura Económica, que no
se como conseguí, porque debía estar prohibido. los profesores antifran-
quistas enseñaban mejor, educadamente, y con ellos se podían aprender
bastantes cosas, aunque había no solo que tomar apuntes sino que leer
entre líneas y escoger entre la bibliografía lo que estuviera en la biblioteca.
no recuerdo donde estaba en el viejo caserón de San Bernardo, entonces
destartalado, en el que se pasaba bastante frío. recuerdo que al menos
en el primer año, las chicas se sentaban a un lado y los chicos a otro, yo no
me di cuenta, al principio, y luego pensé que lo que me interesaba era ver
y oir bien, para tomar apuntes y que lo demás me daba igual.
de lo que me acuerdo perfectamente es de la primera vez que detuvie-
ron a mi hermano Paco, en la primavera del año 56, cuando yo estaba en
preuniversitario y él estudiando Ciencias Económicas también en San Ber-
nardo. la policía vino a buscarle por la noche y no me enteré bien de lo
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Intervenir en el mundo, una actitud ética