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MANIFIESTO 8

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Tierra distante donde el sol no quema,

donde quema justa de la impericia.

¿Quién alejó su condición extrema,

y no alejó guerra de la caricia…?

Ahora aquí naciendo flor en yema,

para olores huérfanos en delicia;

solo huelen oro negro del desierto,

y le entregan su aliento a campo abierto.

Del orbe a su azar y muerte,

nacen santos y demonios,

que a veces son matrimonios,

cuando enlace se divierte,

si la bondad se convierte,

en carnal sexo placiente,

del puro santo, hiriente…

en demonio, suma gloria,

y así se escribe la historia,

de este mundo sin regente.

Dicen, nos llama una voz que no siento,

yo aquí a mi albedrío, gozo, o tal vez pena,

soy en mi sordera, alma hacia la condena,

porque no hice al dios que mueve el viento.

¡Salve su espectro quien reza contento!

Yo aquí llanto a quien deje de mi vena,

y el polvo de mi ser se una a la arena,

cuando quemen mi cuerpo en su aposento.

Soy parte de un planeta a su deriva,

tal vez de su estrella, único con vida;

solo verla a mi entorno me motiva.