MANIFIESTO 8
22
Tierra distante donde el sol no quema,
donde quema justa de la impericia.
¿Quién alejó su condición extrema,
y no alejó guerra de la caricia…?
Ahora aquí naciendo flor en yema,
para olores huérfanos en delicia;
solo huelen oro negro del desierto,
y le entregan su aliento a campo abierto.
Del orbe a su azar y muerte,
nacen santos y demonios,
que a veces son matrimonios,
cuando enlace se divierte,
si la bondad se convierte,
en carnal sexo placiente,
del puro santo, hiriente…
en demonio, suma gloria,
y así se escribe la historia,
de este mundo sin regente.
Dicen, nos llama una voz que no siento,
yo aquí a mi albedrío, gozo, o tal vez pena,
soy en mi sordera, alma hacia la condena,
porque no hice al dios que mueve el viento.
¡Salve su espectro quien reza contento!
Yo aquí llanto a quien deje de mi vena,
y el polvo de mi ser se una a la arena,
cuando quemen mi cuerpo en su aposento.
Soy parte de un planeta a su deriva,
tal vez de su estrella, único con vida;
solo verla a mi entorno me motiva.