Revista GURMÉ Sevilla Otoño 2018

ENTREVISTA

establecimientos con cocina elaborada y tiene que seguir habiendo otros sencillos como este. ¿Qué busca el cliente de Er Tito? Los desayunos son muy buenos, con pan de La Algaba y una gran variedad de ingredientes para las tostadas. Cada vez tengo más público turista, de hecho el verano pasado añadí la carta en inglés. ¿Cuáles son los clásicos de su carta? La carne “mechá”, el queso de cabra al horno, el flamenquín, la hamburguesa, el pescaíto frito…

Detrás de la barra... Roberto Cacciari empezó su historia gastronómica en Bolonia, donde tenía un bar de snacks llamado Casa Lequio. Llegó a Sevilla y se enamoró de una extremeña afincada en la ciudad, con lo que se quedó y compró Er Tito, un establecimiento pequeño y popular de José Gestoso que se traspasaba en aquel momento. En esta década se ha hecho con nuestra cocina y con el público sevillano, aunque también paran muchos extranjeros por esta céntri- ca esquina llena de sabor. ¿Qué cosas han cambiado en Er Tito desde que lo compró? He ido añadiendo algunas cosas a la carta y he aumentado la terraza, pero por lo demás ha cambiado poco, porque la cocina es muy pequeña y no me permite hacer cosas dema- siado elaboradas. Tampoco quiero romper la filosofía de este sitio porque cada vez hay más

Elena Mernini, tapeando en la barra de Er Tito frente a Roberto Cacciari

Estoy enganchada al concepto de barra sevillana.

Tiene que seguir habiendo bares sencillos como Er Tito

Elena Mernini

aquí y nos llevaban a tomar un montadito, no existía el concepto de salir a cenar a un sitio porque te apeteciera algo especial, sino que era un hecho básicamente social y lo que importaba era estar juntos y charlar más que la comida en sí. Ahora ha habido un gran cambio que yo he vivido desde dentro y desde fuera, parece que todo el mundo es cocinero y conocen ingredientes, recetas y cortes que antes eran impensables. Hace diez años, por ejemplo, preguntabas qué era la mayonesa de kimchi y nadie sabía contestar y ahora la mayoría lo sabe. El público es mucho más exigente.

Después de estudiar la carrera de Filología en Inglaterra decidió regalarse un mes sabático en Sevilla para olvidar los años de lluvia que había soportado y el sol hispalense acabó por atraparla. Empezó a impartir clases de italiano en una academia en la que conoció a Jeanine Merrill, quien por aquel entonces buscaba local para poner en marcha el proyecto de La Azotea junto a su marido Juan Gómez y Elena no dudó en subirse a ese exitoso barco, uno de los primeros que abrió una nueva senda en la hostelería local hace una década. Ahora suman un total de cuatro Azoteas y ella ha entrado como socia en la que han abierto hace unos meses en Jesús del Gran Poder.

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