Pregón de Semana Santa Joaquín Romero Murube

SANTA

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LA

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le observaba atentarnent.e y, dirig¡i�dose al auditorio, exclamó: -=El conferenciante se ha puesto repentinamen­ te enfermo. Ya -Se anunciará por la Prensa el día en que la conferencia hya de tener lugar. Y, para que no se olvide nada, diré que, en efec­ to, pocos días después volvió a anunciarse el acto. EJ salón estaba lleno de bote en bote. La gente iba a ver si el pobre literato recala nuevament.e en su in­ esperada y fulminante enfermedad. Pero el conferen­ ciante traía su discursito escrito, lo leyó y la gente se aburrió soberanamente.

Justamente como al conferenciante del Ateneo, a mi no me puede ocurrir, porque ya he empezado a

hablar: y no pase angustias el auditorio, no prepare El orador el termómetro ninguno de los médicos que me escu- y el escritor

chan... Es posible que yo me corte, es posible que tra- buque las ideas y desordene los conceptos. Si me ocu- rre el percance, buscaré el hilo por estas cuartillas que quedan aquí, lcomo anclas salvadoras, y donde viene, ordenadamente, toda la estructura de lo que quiero decir. Para los que tenemosoostumbre de es-

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