Pregón de Semana Santa Joaquín Romero Murube

R O M E R O Y

M U R U H I!:

I O AQUI N

cribir, es muy dificil hablar en público con determi­ nada corrección y brillantez. El escritor realiza su tra­ bajo en la más absoluta soledad. Se abstrae del me­ dio ambiente y pule, corrige, varía, afina el concepto, muda el vocablo, ennoblece la frase, construye, en una palabra, con absoluta libertad. El orador, por el conLrario, no existe sin el público. Y de ahí también que el orador no sea buen escritor. Castelar, cuando escribía novelas, hacía discursos. Todos sus persona­ jes, aun los más modestos-el campesino, el marinero . , el oficinista, la monja-, cuando hablan o dialogan, parece que están siempre sentados en los escaños del Congreso de los Diputados. Y si me faltan estas cua­ lidades oratorias, ¿por qué be aceptado el pronunciar este discurso? Sencillamente porque creo que para ha­ blar de Sevilla y de Semana Santa no hace falta ser orador. ¡ Qué bien hablan al gu nos sevillanos que ape­ nas saben ni leer! Quien quiere bien algo, bien lo sabe decir. Y quiero y amo tanto a mi Ciudad, y a las fiestas de mi Ciudad, que creo que encontraré, aunque con torpeza, el modo de expresarlo. Ten�, además, poca voz para pregonero. Ya es tradicional q u _ e esto se lla­ me Pregón de la Semana Santa. Y asi ha sido otros años en las maravillosas intervenciones de García San­ clúz, Pemán y Luis Ortiz. A mí me falta voz para pre-

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