Pregón de Semana Santa Joaquín Romero Murube

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había él tenido un compañero de cátedra que era se­ villano. Muchas tardes salían a pasear por aquel mis­ mo sitio. Ocurría a veces que al llegar al paso a ni­ vd del ferrocarril, estaba con las alambradas corri­ das, porque el convoy iba a pasar. Y había que det.& ner el paseo. Pasaba el tren. Apenas había corrido an­ te los ojos el último vagón, elsevillanose volvía rápi­ do y decía: 14, 8, 17. Había contado los vagones. Y de aquí don Miguel se remontaba eo conclusiones gene­ rales. En este afán de la medida., del número, está la esencia de la escuela poética sevillana. Este sentido de la proporción y del volumen produce la Giralda. El sevillano lo mide y calibra todo. Fijáos cómo se hace esto popularmente, de una manera casi im­ perceptible: cuando se quiere, por ejemplo, ponderar el número exacto de una reunión de amigos, no se dice la cifra; se dice al go más, que denota una calidad superior de inteligencia y afecto: "allí estábamos los cabales". Cuando se ha pasado un rato agradable y placentei:P, suele hacerse un comentario de terrible egoísmo: "bueno; mañana será otro día... Pero este ratito que hemos pasado hoy, ¡éste!, no hay quien nos lo quite". Este goce misterioso, esta atracción irresistible, es la que hace que los buenos sevillanos no puedan ea-

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