ESPECIAL PASIÓN EN CÓRDOBA 2020
H ace más de una década que la banda de corne- tas y tambores Nuestra Señora de la Fuensan- ta se extinguió. Jamás se fusionó con otra ban- da, pese a que alguna formación añadiese a sus apellidos el nombre de la patrona de Córdoba. Decir ban- da Nuestra Señora de la Fuensanta es nombrar a Antidio Cabal Casares. Él enseñó a la gran mayoría de músicos que hoy son directores o miembros de estas bandas —no sólo de cornetas y tambores— y el padre de un estilo más propio que ningún otro que jamás tuvo Córdoba. Antidio Cabal fue músico autodidacta desde sus inicios en los años 60, cuando no existía ninguna de las formaciones que existen en la actualidad. La Fuensanta sólo fue la cul- minación a toda una vida ligada a estas formaciones. «Según el Nuevo Testamento, delante de Jesucristo iban haciendo ruido con unos tambores, apartando a la gen- te y señalando al reo que venía detrás y esa era la función primitiva de las bandas. Ni muchísimo menos era el pre- sumir de hoy ni el folklore al que acostumbran». Antidio se inició en una banda existente a mediados del pasado siglo, la banda del Gran Capitán, en la que tocaban jóve- nes internos en la residencia de San Gonzalo. «Yo estuve primero en el colegio San Rafael y luego en uno que se lla- maba Santa Rosa en la Catedral, y de allí pasé a estar in- terno en San Gonzalo. Existía una banda que se paró por- que los instrumentos se deterioraron; yo me apunté a la rondalla hasta que un día salimos al patio y nos encon- tramos a un compañero con las cornetas largas. Quería un tambor, pero me acabaron dando una corneta», re- cuerda. Era 1961. Entonaban marchas que nada tienen que ver con las de ahora. Mezclaban notas largas con cortas, al- tas con bajas y pianos con fuertes: «Ahí empecé a tocar y con mi maestro, Valeriano Cordón, llegué también a la banda de la Cruz Roja. En esa época nuestro objetivo era
hacer ruido y ser el reclamo para que la gente se acercase a las procesiones, que llegaban solas a sus templos». A finales del 1962, con trece años, Anti- dio deja de estar interno en San Gonzalo y un vecino suyo, José Bancalero Rodríguez «El Colillas», le convence para irse a la ban- da de los Trinitarios, en la que era director. «Era mi vecino y salí ese año con él, pero jus- to al año siguiente, se tuvo que ir por traba- jo a Alemania», explica. Con 15 años pidió la dirección de la banda y se la concedieron. «Fui a ver a Enrique León López, que era un hombre muy bueno. Me preguntó que edad tenía y le mentí. Le dije que tenía 18 años y me miró riéndose, sabiendo que eso no era así, aunque aceptó la petición. Luego regresó Pepe de Alemania y aunque había sido mi jefe, se subordinó a mí», relata. En esta época las marchas procesionales evolucionaron, aun- que no demasiado. Montaban imitaciones de los himnos litúrgicos de entonces, como «Per-
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ANTIDIO CABAL: «POR MÁS MÚSICOS QUE TENGAN LAS BANDAS, NO HAY SENTIMIENTO
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