ESPECIAL PASIÓN EN CÓRDOBA 2020
La Cuaresma que no cesa
POR JAVIER TAFUR
A los que somos cofrades finos, el Adviento nos trae la primera forma de la esperanza. De hecho, lo culminamos procesionando al Niño Jesús en el albor del año nuevo. Y como el tiempo que su- cede a la Navidad es tan ordinario, enseguida procura- mos otear en la Cuaresma esa segunda oportunidad de sentir que Dios se nos acerca, si bien sea esta vez con un ensanchamiento doloroso de la esperanza. Del niño al hombre no hay una diferencia de años, sino de estrellas, las mismas que en el cielo nos dicen que somos lo que so- mos, siempre pequeños, siempre menudos, siempre casi nada bajo casi todo. Pero esa casi nada evidente y verti- ginosa, convertida en ceniza, se substancia sobre noso- tros y aún puede emocionarnos, aún puede hacernos es- píritu sobre la carne, aún puede hacerse carnestolendas, carnes infames pero animadas, carnes que mueren por vivir. Aún siendo casi nada no son ajenas al todo, no son ajenas a Dios, no son ajenas a sus designios. Porque son la carne de Cristo, hipostáticamente unida a su divinidad. Esta es la carne que redime, la carne en la que Cristo se concibe, la carne luego escarnecida, crucificada, sepulta- da, resurrecta e inmortal. Es la carne que incorporamos a nuestra carne en el misterio de la Eucaristía, el rito fun- dacional de nuestra fe, que nos devuelve el argumento esencial de nuestras vidas: reencontrarnos cada día, cada domingo al menos, para seguir siendo, para llenar de con- tenido nuestra casi nada. Lo único que sabemos con certeza es que casi no so- mos, o que somos para dejar de ser. Tanto nos agobia esta certeza que reducimos nuestra vida, tan corta y tan pu- silánime, al vano esfuerzo de hacerla duradera, acaso per- manente, en una instantánea, en una fotografía, en un selfi, en un mísero photocall en Fitur con Albás ofician- do su casi nada política. Resulta un recuerdo petrificado al cabo de lo que pudo ser, de lo que habremos de consi- derar después como un momento perdido de plenitud. Vivimos, pues, en función de esas fotografías, de ese ser en dos dimensiones, de esos retazos planos de nuestro ayer que supuestamente nos confieren la eternidad, la esencia que no varía, la confirmación de que Parménides puede vencer a Heráclito definitivamente.
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PASIÓN EN CÓRDOBA
LA CUARESMA QUE NO CESAA
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