GURME-Sevilla-Capital-Nº 16-VERANO-2020

ENTREVISTA

¿Quién es?

Pedro Díaz Romero procede de Manzanilla, esa pe- queña localidad onubense que ha aportado tantos hosteleros a la capital andaluza. Fue en su pueblo donde tomó contacto con el sector trabajando como camarero cuando aún era adolescente, hasta que su primo segundo, Miguel Rodríguez Díaz, le animó a venir a Sevilla para echarle un cable en su establecimiento de la calle San Vicente. A pesar de sus 15 años, Pedro no dudó en probar suerte y se embarcó en una aventura que ya dura casi cuatro décadas, en las que ha pasado la mayor parte del tiempo tras la barra del sempiterno Bar Rodríguez (salvo un paréntesis de varios años en los que hizo la mili en Tablada y echó un cable en el bar Los Caracoles de La Alfalfa y en el desaparecido Bar Manzanilla de la calle Sinaí). Desde el 88 no se ha movido de esa esquina de San Lorenzo en la que el tiempo parece haberse congelado y ya es el veterano de este establecimiento en el que la hospitalidad tiene tanta fama como los caracoles o las pavías que llevan años cocinando.

¿Se puede ser buen camarero sin tener don de gentes? Se pasa muy mal si no lo tienes, porque aquí no viene nadie dándote nada, te lo tienes que ganar tú todo y diariamente. ¿Qué es lo más complejo de su trabajo? Las horas que se echan, que a veces pueden llegar a ser ingratas, pero la hostelería es así. ¿Ha hecho muchas amistades en el bar? Sí que las he hecho, y las mantengo, y sigo quedando con ellas en mis días libres. ¿Cree que en Sevilla los bares de barra como éste existirán siempre? Cuando se pierda esta generación ya se verá. Ahora todo lo nuevo es igual, parecen franquicias, sobre todo por el centro. Solo quedan algunas excepciones como El Peregil o Las Columnas.

¿Es cierta la figura del “camarero malaje sevillano”? El que piense que en Sevilla hay camareros malaje es que no ha ido de Despeñaperros para arriba. Yo le recomiendo que lo haga y entonces se iba a enterar de lo que es un “camarero malaje” de verdad. Alguno habrá, no digo que no, pero la mayoría son tolerantes.

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