GURME-Sevilla-Capital-Nº 16-VERANO-2020
ENTREVISTA
¿En qué ha cambiado el Bar Rodrí- guez desde que comenzó a trabajar en él? Llevo sin moverme de aquí desde el año 88 y lo que es el bar ha cam- biado muy poco, sigue teniendo la misma solera que cuando llegué. Ya no lleva la cocina la que sigue siendo su dueña, Antonia Márquez Palomo (tuvo que dejarlo por temas de salud), pero todas las recetas que hacemos siguen siendo las mismas que ella hacía. Hay pequeñas cosas que sí han cambiado, como que ya no anotamos con tiza ni cantamos las tapas, todo se hace por ordenador. Lo que sí ha cambiado mucho es el entorno, que ya no es como antes, cuando a la calle San Vicente se la conocía por tramos: Don Vicente, Vicente y Vicentillo. Siempre ha sido muy larga y la primera parte era la de mayor nivel adquisitivo, que iba bajando conforme se avanzaba (el bar estaba entre Vicente y Vicentillo). A su juicio, ¿el cambio del barrio ha sido para mejor? Claro, ha cogido una categoría impresionante y hay mucha vivienda nueva que ha traído una clientela muy variopinta. Antes venían muchos actores que iban a La Imperdible y aún hoy cuando vuelven a Sevilla regresan aquí porque era donde paraban antes y después de actuar. También ha cambiado mucho la hostelería de la zona, muchos sitios se modernizan o abren otros nuevos pero el Bar Rodríguez perdura como siempre. ¿Qué ha aprendido en todos estos años de su trato con el público? Ya tengo el doctorado en reconocer cómo es la persona; ves venir a alguien y sabes por dónde te va a salir. ¿Y suele equivocarse? Claro, muchas veces las primeras impresiones
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Intento ser agradable y reírme con todo el que entra
son engañosas y acabas pensando: mira cómo me la ha dado éste sin esperarlo... De Miguel Rodríguez (que era mi primo y el dueño del bar) aprendí mucho, pero como más se aprende es a base de latigazos. ¿Es importante saber decir las cosas con gracia? Sí que lo es y a mí me sale solo, siempre digo las cosas con alegría porque si paso aquí ocho horas al día y estoy amargado al final resulta que una buena parte de mi vida estaré amarga- do. Yo intento ser agradable y reírme con todo el que entra. ¿Y eso lo valora el cliente? Aquí somos muy cercanos con todo el que llega. De hecho llamamos vecino a todo el mundo, aunque no lo sea, y lo hacemos por dar confort y que la gente se sienta a gusto. ¿Cómo es su relación con el público? Tengo buena retentiva y conozco a muchos clientes por su nombre y sé lo que toman sin
que me lo pidan. Muchos me conocen de hace años y vienen a meterse conmigo y a darme caña porque saben que a mí me gusta la guerra. ¿Cómo sabe qué grado de confianza tener con cada cliente? Evidentemente no a todo el mundo le puedes dar el mismo grado de confianza. A veces te equivocas pero te das cuenta y ya no vuelves a patinar con la misma persona, lo que sí intento es que el trato sea amigable con todo el mundo. ¿Y qué tal se lleva con la prudencia? Trabajando tras una barra hay que ser pru- dente no, lo siguiente. Aquí se entera uno de muchas cosas y yo tengo muy buen oído, pero lo importante es ver, oír y callar, una cualidad que se está perdiendo en la hostelería. ¿Qué hacen cuando entra un cliente conflicti- vo en Bar Rodríguez? Aquí somos cuatro tras la barra y siempre que entra alguien complicado me lo dejan a
mí, aunque más que me lo dejen es que me lo quedo yo. ¿Cómo son las tertulias espontáneas del Bar Rodríguez? Se habla mucho de fútbol y a veces nos metemos en política, pero yo solo hablo de esos temas con quien sé que se puede hablar. De hecho, a veces hemos estado tratando algún tema y ha entrado alguien que podría ofenderse y al momento he- mos cambiado la conversación, porque lo último que queremos es molestar a nadie. ¿Alguna vez algún cliente se ha sentido ofen- dido? Si alguna vez he ofendido a alguien con algún comentario por supuesto que ha sido sin que- rer. Lo primero que hago en esos casos es pedir perdón aunque no comparta su opinión porque yo me debo a este negocio. Eso sí, tengo claro que si se habla con la persona adecuada en el momento adecuado es muy difícil que haya problemas y que se moleste a nadie.
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