GURME Sevilla Nº 17 otoño 2020

ENTREVISTA

Hay lugares que quedan grabados en la memoria de la infancia y el destino luego los vuelve a traer con la misma naturalidad que el ir y venir de las olas a la orilla. Algo así le ocurrió a Cinta Romero con la Bodeguita Romero, con la que además de apellido (que no parentesco) comparte muchas cosas: amor por la profesión y gusto por los detalles, entre otras. Ya de niña acudía a este establecimien- to de la calle Harinas al salir de los toros con su padre y desde aquel temprano momento ya entendió la grandeza de las auténticas barras sevillanas. Allí escuchaba y esperaba con paciencia mientras su progenitor alternaba con las amistades que iban llegando, de la misma manera que ella alterna ahora con los compañeros del gremio que se acercan a este emblemático bar. ¿Qué suele traerle por la Bodeguita Romero? Éste es un lugar de hosteleros, y aquí venimos después de cerrar o cuando tenemos algún hueco porque sabemos que vamos a encontrarnos con otros compañeros que también acuden aquí o pasan y se suman. Si vienes a las cuatro de la tarde no es raro que te encuentres con seis o siete compañeros. Los que nos dedicamos a esto bus- camos un sitio que no sea impersonal, donde te conozcan y sepas que vas a estar a gusto. Es como nuestro descanso después de la jornada. ¿Qué le gusta pedir? ¡Nunca pido! Dejo que Pedro o Alejandro me sirvan lo que ellos consideren, que puede ser un pescado del día, unas almejas que están para llorar o una carne. Eso sí, siempre empiezo con un jerez. ¿Qué recuerdos tiene de cuando venía con su padre? Para mí era una obligación, porque aparte de es- cuchar a mi padre y sus amigos apenas tenía otra distracción mientras tomaba un refresco, pero ya entonces lo asociaba al arranque de la primavera. Siempre venía el Domingo de Resurrección y suponía que empezaba la temporada taurina y la Feria estaba a la vuelta de la esquina. Ahora lo recuerdo con muchísimo cariño.

Pedro Romero, Cinta Romero y Alejandro Romero

gunda ya lo tratan como si fuera allí toda la vida. Eso es muy difícil de conseguir. Cuando va a la Bodeguita Romero, ¿dónde prefiere ubicarse? Tengo mi esquinita favorita. Si no está libre suelo esperar “haciendo el helicóptero” hasta que Ale- jandro me avisa de que ya está y si no lo consigo ya me quedo en cualquier otra parte. La terraza también me gusta, pero es que esa esquinita te permite controlar quien entra, quien pasa por la calle y a la vez estar cerca de Pedro y Alejandro. ¿Con quién suele ir? Con amigos o familia. También es el típico sitio al que llevas a alguien que viene de fuera, porque estás segura de que le va a encantar, como ocurre igualmente con La Fresquita o Tradevo.

¿Soñaba ya entonces con ser hostelera? En absoluto. No entraba en mi pensamiento y de hecho cuando lo planteé en mi casa no sentó de- masiado bien. Estaba terminando COU y a punto de irme a Córdoba a estudiar Veterinaria cuando tomé la decisión. ¿Quién le inoculó la vocación? Tenía un primo que estudió pastelería y me con- taba todo lo que estaba aprendiendo en la escuela de hostelería. Tal vez fue él quien me metió el gu- sanillo, aunque en cierto modo también mi madre. En mi casa cada almuerzo o cada cena tenía una esmerada puesta en escena y sin saberlo eso caló en mí, que siempre he sentido devoción por toda la estética que rodea a la gastronomía. ¿Siempre el servicio? ¿Nunca se ha sentido atraí- da por la cocina? En la escuela pasé por cocina pero mi obsesión era el servicio.

¿Cambió su familia de parecer cuando se dedicó profesionalmente a la hostelería? Mi padre, que ya no está, llegó a presumir de mí, aunque al principio no le gustara que me dedicara a esto. ¿Qué valora de barras clásicas como la Bodegui- ta Romero? Viví durante siete años en Washington, donde todos los sitios parecen ilusiones sin alma, y cuando regresé a Sevilla solo quería encontrarme con los sitios que me recordaran mi origen, como la Bodeguita Romero. ¿Qué admira de hosteleros como Pedro y Ale- jandro? Alejandro tiene una puesta en escena seria tras la barra pero a la vez no lo es. ¿Cómo se puede sonreír sin sonreír? Al entrar aquí de nuevo volví a recordar lo que era una barra tradicional, esas donde el cliente entra por primera vez y a la se-

6 /

/ 7

Made with FlippingBook - Online catalogs