GURME Sevilla 29 Otoño 2023

Psicólogos de barra

Mano a mano

Felipe Boza es uno de esos hosteleros entre- gados a su profesión que renueva cada día sus ganas. Después de 15 años al frente del negocio que abrió su padre no duda un instante en reafirmar su vocación. Cuando se le pregunta si le hubiera gustado dedicarse a otra cosa tarda apenas dos segundos en contestar con rotun- didad que no. “Esto me hace feliz, estoy donde quiero estar”, responde. Y ese sitio es la barra de El Manijero, un establecimiento que cumple 30 años en la calle Trastámara y es ya un emblema del buen producto y la hospitalidad sevillana. A pesar de su cercanía al centro turístico, por allí suelen parar más bien clientes autóctonos, nostálgicos empedernidos del parroquianismo más puro que se acodan en una esquina para disfrutar de un vino y una tapa de pollo frito o de setas cuando llega la temporada. Pero sobre todo para sentirse escuchados y charlar con el que llega, para echar un rato de esa sana convivencia que tanto gusta en Sevilla y que en GURMÉ defendemos sin descanso. ¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo? Yo donde me siento más a gusto es en la barra, es lo más ameno y donde hay más vidilla. En la cocina no hablas con nadie y el salón es más formal. En la barra es donde está el ambientillo. Hace poco salía en GURMÉ una crítica hablando de El Manijero y la importancia de las barras en el centro… El problema es que ya no dan licencias para ba- rras nuevas y como cada vez cierran más sitios clásicos, parece que nos estamos quedando sin barras. “Mi padre era un auténtico psicólogo de barra y me enseñó mucho del trato con la gente”

muy hecho. Aquí hay opciones para todos los bolsillos y eso hace que venga mucho tipo de cliente, tanto que quiere sentarse a comer y gas- tarse lo que quiera dándose un homenaje hasta el que quiere tomarse una tapa sin más. ¿Qué cree que atrae al cliente de El Manijero? Esto es un ambiente familiar y cercano y hay mucha gente que viene buscando eso. Me gus- tan mucho esos sitios que te hacen sentir como en casa y eso lo tenemos aquí. Lo antiguo siem- pre perdurará pero es cierto que cada vez hay menos espacios como éste. Estos sitios son lo nuestro y perdurarán pero hay que cuidarlos por-

que son lo auténtico de toda la vida. El sevillano se inclina más por este tipo de establecimientos, aunque también va a los modernos. Por eso tiene que haber de todo, aunque es cierto que cada vez cuesta más encontrar sitios que duren 30 años como nosotros. ¿Hay muchos parroquianos aquí? Sigue viniendo gente que entra desde el primer día que abrimos, que me han visto crecer aquí. Llegan muchos vecinos del barrio, sobre todo gente que viene expresamente a El Manijero, porque no estamos en un sitio de paso. Eso sí, el parroquiano de toda la vida prefiere la barra.

¿El sevillano es muy de sus barras? A nosotros nos gustan los sitios de toda la vida. Yo no concibo un bar sin barra, cuan- do llego a uno y me tengo que sentar obli- gatoriamente no me gusta, me parece algo muy formal para el día a día. Distinto es cuando te quieres sentar a comer, por eso el cliente tiene que tener las dos opciones. Pienso que la barra es algo muy sevillano de toda la vida que no puede faltar. ¿Cómo es la clientela que llega a El Manijero? Después de 30 años tenemos un público

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