GURME de la Provincia Nº 12 Primavera 2022

ENTREVISTA

Corría el año 1836 cuando Juan García Rico abrió el establecimiento que hoy es Casa Anselmo (Corredera, 8. Lebrija). Se dedicaba a la venta de aceite y de productos típicos de un ultramarinos, con lo que abrió este punto de venta al público donde dispensaba vinos y viandas para llevar a casa. El negocio ya va por la sexta generación de la familia, aunque Kisko García, que es quien lleva las riendas actualmente, pertenece a la quinta. Además de mantener la esencia de este añejo esta- blecimiento, a Kisko se le pueden achacar otros méritos, como el de haber convertido Casa Anselmo en un templo del montadito, con más de un centenar de recetas de este bocado tan típico del sur, todas ellas creadas por él con la única intención de sorprender a quien las prueba. ¿En qué ha cambiado Casa Anselmo desde que está al frente? Hemos hecho algunas mejoras, como in- troducir los montaditos, y una reforma que hicimos hará una década, pero la solera del bar es la misma de siempre: la estantería o los azulejos del mostrador siguen iguales porque forma parte del encanto del negocio. Ahora tenemos terraza y eso ha sido una gran mejora.

¿Y el público? Vienen abuelos, padres y nietos e incluso llegan padres con sus hijos pequeños y los sientan en el mostrador igual que hicieron sus padres con ellos. Aquí vienen todas las generaciones y todas las ideologías, incluso los políticos antes del pleno vienen aquí y da igual del partido que sean. Es el negocio más antiguo del pueblo y eso lo valoran tanto los de aquí como los que vienen de fuera. Si el fundador no se llamaba Anselmo, ¿de dónde viene el nombre del negocio? Casa Anselmo le llaman en el pueblo desde que mi abuelo lo llevaba, que se llamaba así. Él era prestamista y mucha gente de aquí le pedía dinero para sus negocios, con lo que todos de- cían: ‘voy a Casa Anselmo a que me deje dinero’ y ahí se le quedó el nombre, de tal modo que a mí que me llamo Kisko mucha gente me llama “Anselmito”... Muchos negocios actuales se

abrieron gracias al dinero que prestó mi abuelo, como una de las panaderías que ahora nos sirve el pan: Dorantes. ¿Qué recuerdos tiene de Casa Anselmo duran- te su niñez? A mi padre le tocó el bar en el reparto de la herencia familiar y desde que soy pequeño estoy por aquí. Con nueve años salía del colegio y ya me venía a ayudar, a fregar vasos subido en un cajón, recoger las mesas o lo que hiciera falta. ¿Nunca pensó en dedicarse a otra cosa? La única vez que me he separado del negocio es cuando hice la mili. Me casé pronto y ya me metí de lleno en el bar. ¿Y llegó a cogerle el gusto al oficio? Si no me gustara no estaría aquí. Es lo que conozco de toda la vida y lo llevo en los genes y además la hostelería es como una droga. Mis hijos están empezando a colaborar también con

nosotros y por un lado es muy bonito que esto siga en manos de la familia, pero por otro tienen que saber que es una vida muy entregada. Por eso les he animado a estudiar, mi hijo ha hecho la carrera de Historia y mi hija está estudiando estética, aunque los dos están vinculados al negocio familiar. Su hermano Juan José también trabaja en Casa Anselmo, ¿cómo se reparten las tareas? Los dos hacemos de todo: somos charcuteros, cocineros, empresarios, dependientes... eso sí, lo de las recetas de los montaditos es cosa mía. ¿Y cómo empezó lo suyo con los montaditos? Cuando mi padre llevaba el negocio no había co- cina, solo chacina, conservas y quesos. Yo quise introducir algo más de cocina y empecé con los montaditos, pero nunca han sido montaditos cualquiera, sino bien pensados y hechos con los mejores productos y siempre recién hechos. El

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