Sevilla en Primavera 2019

N o hay ciudad más relacionada con los sen- tidos que Sevilla. Pasear por las calles de su casco histórico es viajar en el tiempo, trasladarse al escenario de un momento histórico complejo, pues a lo largo del siglo XVII la capital pierde el poder comercial que había desarrollado durante la centuria anterior gracias al intercambio con América, y se ciernen sobre ella dos sombras que apagan su lustre: la pobreza y la peste. Mucho menos populosa y alegre, el poder eclesiástico le- vanta sobre su suelo, sin embargo, un entramado de iglesias, monasterios, conventos y hospitales pensados desde la monumentalidad para un pue- blo de febril religiosidad que buscaba en Dios el consuelo a la miseria y la enfermedad. También la Iglesia es la responsable de la época de oro que se vive en los retablos, la imaginería y, por supuesto, en el arte, con nombres que forman par- te de los grandes maestros de la pintura universal, como Murillo, Zurbarán y Valdés Leal, genios que convierten las iglesias en magníficas pinacotecas. Hoy les proponemos un paseo por este museo al aire libre que es Sevilla, una gran reunión de obras de arte y arquitectura que se recorre callejeando y que permite al visitante conocer grandes pinturas en el lugar para el que fueron creadas, exactamen- te como lo hicieron los sevillanos del barroco. Nuestra ruta comienza en el Palacio de San Tel- mo, hoy sede de la Presidencia de la Junta de An- dalucía. Situado a orillas del Guadalquivir, frente a la Puerta de Jerez, la Universidad de Mareantes comenzó a gestionar su construcción con el ob- jetivo de que fuera un colegio en el que los niños huérfanos se formasen como marinos. Empezó a levantarse en 1682 y sus obras se prolongaron hasta finales del siglo XVIII. Hoy el edificio conserva la fachada, el patio y la capilla tal y como fueron concebidos en el proyecto original. Del río a Santa Cruz Destaca de su suntuosa portada el segundo balcón sostenido por figuras atlantes y las columnas jónicas que exhiben estatuas alegóricas de la navegación. En el tercer cuerpo se muestran unas columnas co- rintias con los monarcas Fernando y San Hermene- gildo, y en el arco del centro, la figura de San Telmo. El patio principal, obra de Leonardo de Figueroa, autor también de San Luis de los Franceses, entre otras cumbres del barroco sevillano, destaca por su galería de arcos con capiteles jónicos y su prolija de- coración de relieves, además de por el característico color rojizo de la Sevilla del siglo XVII. La capilla, de una sola nave y bóveda de cañón, cuenta con cinco retablos del XVIII y es una joya del arte andaluz.

Muy cerca se ubica el Hospital de la Caridad, otro de los grandes tesoros del patrimonio sevillano. El noble Miguel de Mañara fue el encargado de pro- mover la creación de este inmueble destinado a los enfermos y desvalidos y pensado también para asistir espiritualmente a los condenados a muerte y darles sepultura. En aquella Sevilla asolada por la peste y la pobreza, la Caridad se encargaba de enterrar a las decenas de cadáveres que constan- temente aparecían en el río. El noble Mañara pidió la cesión de una de las reales atarazanas y en ella

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