EDUARDO BOBRÉN
135
grita estentórea,
hala sus grañas
y pregunta en angustias:
¿Dónde han puesto a mi hija?.
¿Dónde han puesto mi amor?.
Se derrumba en dolor y en sollozos.
Despacio,
lentamente,
se derrama en el suelo;
y el Ángel que le guarda le coloca
una muñeca nueva en su regazo.
Braulia, entonces, despierta iluminada
pues de nuevo su hija en sus brazos está.
El Ángel, sonreído, les hace un ruego a todos:
¡No escondan su muñeca, no escondan su ilusión!.
(Esta es una estampa triste de mi niñez. Nunca le grité
loca, pero sufría cuando otros niños lo hacían.)