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¡Espérame hermosa!,

¡lléname de tu fulgor!,

¡de sangre renacida!;

ahora corre quejosa,

nublándose el resplandor,

adormeciendo la vida,

y ésa condición ventajosa

que dice tu rosa color…

¡Avive mi huida!,

de la oscuridad viciosa

y encuentre el verdor

que te sostiene erguida.

¡Tú puedes, rosa!,

contagiarme de dulzor,

y de gloria escogida,

por la lluvia generosa.

Ojalá encuentren el camino de la salvación,

aquellos que solo ven la flor de la cocaína.

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