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MANUELA RUIZ CASAS

AFA La Rambla

Mi nombre es Mª del Car-

men, aunque todos me cono-

cen en mi pueblo, La Rambla,

como María «la matrona», ya

que toda mi vida me he dedi-

cado a asistir partos. Mi vida

laboral se extendió más allá

de los 65 años porque antes

es lo que había. Tengo 92

años.

Desde que enviudé, vivía

sola, hasta que, a mediados

del pasado mes de agosto,

una mañana engañada por

uno de mis hijos, pensando

que iba a la peluquería, me

llevó al Centro de Alzheimer

del pueblo para que lo co-

nociera. Sinceramente, me

sentó fatal y me enfadé mu-

chísimo con él porque «yo

no estoy para eso», le dije. Al

día siguiente no quise volver,

aunque todos habían sido

amables y me habían trata-

do bien. Mi hijo me dijo que

no podía estar tanto tiempo

sola y sin salir y que el Centro

de Día me iba a servir para

distraerme. Me resigné y co-

mencé a ir, unos días conmás

ganas y otros con menos.

Todos los trabajadores

son muy amables y educa-

dos, están muy pendientes

de mí. Poco a poco, gracias al

trato recibido, me di cuenta

de que les había cogido ca-

riño y cuando estoy sola en

casa, hasta los echo de me-

nos.

Gratas sorpresas

Realizo muchas actividades

que nunca pensé que las

haría. Me hacen gracia y me

sorprenden para bien las

ocurrencias y habilidades de

algunos compañeros y, últi-

mamente, he recibido gratas

sorpresas como, por ejemplo,

pasear por uno de los jardi-

nes del centro que me pare-

ce un lugar precioso. Otro día

salimos al mercadillo, cosa

que hacía miles de años que

no iba, o merendar un trozo

de tarta para celebrar el cum-

pleaños de una compañera.

Tal vez para la mayoría

de las personas estos deta-

lles no signifiquen gran cosa,

pero para nosotros, los ma-

yores, es mucho porque ¡nos

dan vida!

Yo pensaba que con la

edad que tengo lo único que

me esperaba era morirme y

ahora me doy cuenta de que

no, que todavía me quedan

muchas cosas por hacer.

Con mi experiencia quiero

animar a todas las personas

que como yo, son mayores,

viven solas y no quieren de-

jar sus casas, que se animen

a asistir a este tipo de cen-

tros en los que, durante todo

el día están entretenidos,

haciendo multitud de activi-

dades beneficiosas para la

salud, donde te relacionas

con otras personas y donde

recibimos muchos mimos y

atenciones por parte de to-

dos, ¡que tanto nos gusta a

los mayores! y, por la tarde,

volvemos a nuestras casas

porque, como nuestra casa

no hay nada.

RAFAEL ANDÚJAR GARCÍA

APARCOR de Córdoba

Somos unos 14 residentes

en APARCOR (Asociación

de Párkinson de Córdoba) y

padecemos varias enferme-

dades:

Parkinson,

ELA,

Alzheimer, Ictus y algunas

más de igual o mayor grave-

dad.

Todos los días, una

furgoneta acondicionada nos

recoge de nuestros domicilios

para llevarnos al centro. En

dicho centro desayunamos,

hacemos gimnasia y, según el

día, clase de logopedia, cultura

general elemental, pintura,

dibujo o manualidades, con

recordatorio de fechas (para

ejercitar la memoria). Sobre

las 13 horas es la comida.

Algunos de los residentes

tienen que ser ayudados y ahí

empieza el cariño y mimo que

los cuidadores practican con

paciencia, sin desánimo y con

alegría.

También tenemos una

enfermera diplomada, que

viene un día a la semana,

encargada de controlarnos la

tensión, nivel de azúcar en la

sangre y asistirnos en lo que

cada uno necesite.

Por todo ello, mi admi-

ración

y

reconocimiento

a estos cuidadores, que

hacen a la perfección su

trabajo, sin esperar ninguna

alabanza, mereciendo por

ello el reconocimiento público

por su labor. Admiración

que hago extensiva al resto

de cuidadores de todos

los centros esparcidos por

nuestra Patria.

Del 3 al 9 de octubre de 2016

Número 02

10

Nunca es tarde

para empezar

Reconocimiento público a

los cuidadores

Rafael Andújar

Relato de una

matrona en

AFA La

Rambla