en alguna cuestión o darnos algún consejo. Además, en el Colegio exis-
tía un
Concejo
del Colegio formado por los delegados elegidos en las
clases superiores que era presidido por un alumno elegido por todos
los alumnos del Colegio entre un conjunto de candidatos. Recuerdo con
precisión las dos ocasiones en que me presenté a la presidencia de la
Asociación de Alumnos. En ambos ocasiones mi contrincante fue Fer-
nando Gutiérrez del Arroyo, que ya por aquel entonces era muy amigo
mío y que hoy, tanto tiempo después, considero que es, si cabe, aún
más amigo mío todavía. Las dos veces resulté elegido, de manera que
fui presidente de la Asociación de Alumnos del Colegio “Estudio” en
los correspondientes dos períodos de medio curso. En las elecciones se
recreaban muchos aspectos saludables de la competencia democrática.
Por ejemplo, poníamos carteles de propaganda y sometíamos a debate
nuestras propuestas con discursos delante de todos los alumnos. Luego
se producía la votación secreta y salía elegido un presidente. Ese Con-
cejo se reunía con los delegados elegidos en los cursos superiores para
comentar los problemas de los alumnos y las actividades y proyectos
que teníamos en el horizonte. Estas reuniones del Concejo contaban
con la presencia de la dirección del Colegio: Jimena Menéndez-Pidal,
Ángeles Gasset y Carmen García del Diestro. Pero era especialmente
esta última, la señorita Kuki, quien era una auténtica entusiasta de la
Asociación de Alumnos y quien consideraba que, a través de estas ac-
tividades abiertas y libres, el Colegio tenía en sus manos un gran instru-
mento pedagógico. Yo creo que así era: fue una herramienta potente
que nos hizo mucho bien en nuestra formación.
carlos hernández Quero:
Al ingresar en la Universidad puedes compro-
bar hasta qué punto aquello era excepcional en la España de los años
sesenta.
Jorge fabra utray:
Sí, era completamente excepcional. Luego a lo largo
de toda la carrera todas las diferencias se van perdiendo más, pero al
principio el contraste fue notable. Estoy hablando de 1966, un momento
difícil. Fue entonces cuando atravesé por primera vez la puerta de la Fa-
cultad de Ciencias Económicas. Recuerdo que nada más pasar había
Impulsar el desarrollo de la Ciencia y las Humanidades
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