El Reino de los corderos
Anhelado otoño
que alivia el verano,
aunque muy bisoño
y en viento solano,
cubre de rociada
las vegas agrestes;
donde hay una cañada
de ovejas allí huestes,
de noche callada
y luces celestes,
que barren el cielo
en fugaz destello.
Cubiertas con velo
del blanco más bello,
rondan en desvelo
por monte a desuello,
a entibiar mañana
del ceñido agosto.
Suena la campana,
ya traen el mosto,
en fiesta serrana,
en goce y sin costo.
Son los jornaleros,
uniendo a su cita:
guiso de corderos
que la ansiedad quita,
para ir con santeros
a la santa ermita,
y allí la manada
que pace al retiro,
nunca es laureada
con el buen zafiro,
en manos de la hada
prefiere el suspiro,
del pastor dolido
cuando su amor pierde.
Cordero y cupido
de campiña verde,
manjar y cumplido
que jamás acuerde,
soñar con estrellas
de la estación roja.
Tal sabor sin huellas
no hay quien recoja,
entre las centellas
y en duelo y congoja
muere desangrado...,
a la mesa y agrado,
de quién solo allí recuerde
.
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