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cación, a las empresas sospechosas de participar en la tala ilegal.

Esta asignación de riesgo se basaría en un protocolo estandari-

zado que emplearía toda una serie de métodos, incluidas audi-

torías periódicas de la integridad del programa de certificación,

estudios de huellas dactilares genéticas o isotópicas (Eurlings

et ál., 2010; Kagawa y Leavitt, 2010; Lowe et ál., 2010; Tnah et

ál., 2010a,b), la clasificación de la región de explotación según

la prevalencia de actividades ilegales y, quizás, hasta un control

basado en las imágenes de satélite (Broich et ál., 2011a,b). Una

analogía financiera serían las agencias de clasificación, como

Moody’s y Standard & Poor’s, que proporcionan clasificaciones

de empresas y países según su solvencia crediticia.

El gestor financiero, el Banco Central, tendría entonces que

calcular los beneficios de la cartera del Fondo descontando los

beneficios de las empresas en función del factor de riesgo. Un

factor de descuento similar podría aplicarse a los beneficios ob-

tenidos de las inversiones en empresas como BlackRock que, a

su vez, gestionan las inversiones en empresas que el Consejo

de Ética define como arriesgadas. La información sobre la expo-

sición de BlackRock y otros a empresas como Samling Global

se hace pública y se actualiza regularmente. Incluso si no fuera

así, un gran inversor como Noruega podría solicitar, a través de

una resolución de accionistas o de otro modo, que las empresas

hicieran pública dicha información.

Este enfoque no requiere ninguna negociación legislativa o in-

ternacional de calado. En Noruega, podría solicitarlo el Ministe-

rio de Finanzas, incluso haciendo referencia a una clasificación

internacional de riesgo de tala ilegal que podría elaborarse en

el marco del programa LEAF de INTERPOL y el PNUMA. Esto

no significa que la iniciativa contara con un gran apoyo, ya que

un elemento clave sería establecer un vínculo entre la remu-

neración de los gestores del Fondo en el Banco Central y los

beneficios ajustados al riesgo.

No obstante, si se aplicara, se logaría traducir el lenguaje de la

ética a unos términos comprensibles para el sistema financiero.