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Mis primeros poemas

18

se conecta la visión,

no hay poder en frialdad,

ni alimento, ni pasión.

¡Lléname de impulso, Miguel!,

¡trasládame tu sufrir!,

tus campos y tu clavel,

podré soñar, podré reír;

bajo tu sol cantaré,

entre lirios y trigales,

de holocaustos viviré,

de tus frutos inmortales.

Tristes son los olivares

y los cortijos cerrados,

en silencio sus paredes,

bajo tejados derruidos.

El bullicio que cautiva,

el sonrojo de los hombres,

no hay candor, llama viva,

ni sentada en los corrales.

¿Dónde los campos, Miguel?,

el aliento que camina,

solo un abrazo de laurel,

solo silencio en la ruina.

¿Dónde los campos Miguel?,

sin el surco del arado,

en sequía no hay vergel,

bajo veneno arrojado,

muere la roja amapola,

muere el gorrión, el jilguero,

la perdiz por una bala,

mueren los cauces, yo muero.

En la cómoda rutina,

de una hogareña mansión,

visión cerrada en cortina,

me falta la inspiración,

me falta aire bucólico,

de la agonía a la dejadez,