LA ILUSIÓN
25
es amplia y se necesitan linternas para acceder a
sus diversas salas.
Debido a la oscuridad, me asusté bastante y no
quería pasar hacia dentro. Entre dudas y
convicciones, vimos acercarse una silueta humana
desde la profundidad. Ante nuestros ojos, un
hombre con bata negra, alto y pálido que exclamó:
¡No temáis, conozco esta cueva... Quiero contaros
un relato!; a pesar de nuestro recelo, comenzó
desvelando su condición de sacerdote; después de
un tiempo hablando, fuimos adquiriendo
confianza y accedimos a su invitación para
enseñarnos una sala especial. Cogidos de la mano
y de la suya, nos dijo que no hacía falta la luz de
las linternas por su conocimiento del sitio. En
nuestra andadura, parecía que íbamos flotando…
Nuestros pies no tropezaban con las muchas
piedras del lugar. De repente, entramos en una
sala con luz propia, tan grande como la Iglesia del
pueblo, cuyo recinto estaba lleno de víveres y
juguetes.
Nos dijo que la cueva llegaba hasta Cambil
(pueblo a unos 30 km. de Mancha Real). Esta era
su casa. Antes vivía en el pueblo como párroco de
la localidad.
Un día heredó una gran fortuna, siendo su deseo
donarla a la Santa Sede.
Había una familia muy pobre en Cambil y uno de
sus miembros enfermó, necesitando una
operación costosa, cuyos gastos no los cubría la
Seguridad Social. Cuando pidieron ayuda al cura;
este respondió: "No puedo colaborar, mis bienes
los he comprometido con la Iglesia". El pobre
enfermo murió a los pocos días y el sacerdote, en
su remordimiento, comenzó a vagar por los
montes de Mágina.
Aquel personaje no era de este mundo, sino el
espíritu errante de un ser que rehusó la
misericordia humana.
Nos reveló que cuando caminaba por la sierra
cayó por una sima, donde nunca llegó al final o la
Gloria. Quedó en la cueva de los Murciélagos,
sufriendo el castigo de la Divinidad... Socorrer a
los pobres mientras estos existieran en la Tierra.