Rutas del Poeta-Mágina
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en Cambil, o en el Cielo,
esa obsesión tan oscura,
dejando atrás el recelo,
en pos de la cultura.
LA CUEVA DE LOS MURCIÉLAGOS
(Del libro Sierra y Campiña- de D.Martín Jiménez Cobo)
De los morcigállaros decíamos tiempos atrás. Ahora nos
hemos vuelto más finos y decimos de los murciélagos.
La entrada de la Cueva de los Murciélagos es una gran
grieta inclinada y medio oculta entre los chaparros y
matorrales del entorno, de forma que no se puede ver hasta
que está uno en la misma puerta.
Los primeros metros están llenos de estiércol de las ovejas y
cabras que los pastores suelen recoger a su sombra en horas
de descanso. Y si ha llovido recientemente hay que andar
con cuidado para no enfangarse.
Pronto se ensancha y empiezan a verse paredes
fantasmagóricas, obra del agua que chorreando durante
siglos va dejando sus huellas en forma de concreciones
calizas, veteadas de diversos matices, a veces opacas y a
veces cristalinas.
A mano derecha la cueva se va agrandando y forma
espaciosas e irregulares grutas y cavidades, simulando
caprichosas salas que a la luz de las linternas figuran
extrañas sombras. En la parte más alta hay una claraboya
y debajo de ella un regular montículo de piedras y cascotes,
producto del capricho de los miles de visitantes que durante
siglos han encontrado el agujero que se abre en la superficie
exterior y han echado algunas piedras para comprobar la
profundidad del pozo.
A cierta altura a la izquierda hay otro agujero oscuro del
que hablaremos después.
Cuando se llega al final de la cueva hay otra oquedad, una
minicueva que parece ser la prolongación de la caverna, ya




