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ENTREVISTA

Uno de los rincones de la Abacería donde tuvo lugar el encuentro

/ Ramón López de

Tejada

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Hace 21 años se le ocurrió

convertir la distribuidora de

vinos que había abierto en San

Lorenzo en una abacería como

las de antes. Su trayectoria

poco tenía que ver con el

mundo de los fogones y en un

principio empezó sirviendo las

conservas y chacinas que ofrecía

a sus clientes en el despacho

de vinos. Antes, había hecho

radio y había trabajado en

establecimientos como el Café

Placentines de Jesús Quintero

o Montpensier, pero fue en la

Abacería donde encontró su

sitio. Fue ampliándola poco a

poco y dándole el aire y la carta

que ahora atraen a decenas

de clientes al día, sevillanos

amantes de lo tradicional y

auténtico, turistas ansiosos

por encontrar la pureza de la

gastronomía local y el ambiente

más genuino. Mari Carmen

Vázquez es su compañera de

viaje tanto en lo laboral como

en lo personal, un auténtico

talismán que aporta templanza

y carisma a la abacería, por no

hablar de los postres con los

que deleita a sus clientes.

/ Juan Gómez

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Aunque nació en Rochelambert,

tuvo el privilegio de vivir

unos años de su adolescencia

y juventud en el edificio de

Correos de la avenida de la

Constitución, ya que su padre

era el gerente de esta institución

y podía residir con su familia en

la planta alta. Allí comenzó su

tímido acercamiento al mundo

de la hostelería, puesto que su

madre consiguió montarle una

tienda de bocadillos en pleno

Arenal a la que él no tardó en

insuflarle creatividad y valor

añadido. Ofrecía más de 40 tipos

de bocatas y hacía las delicias

de estudiantes y trabajadores de

la zona, un presagio del ingenio

que años después aplicaría en La

Azotea. Una chica californiana

se enamoró de él y lo arrastró a

su tierra, donde vivió ocho años y

aprendió todo lo necesario para

triunfar en la hostelería. Jeanine

Merrill, ya convertida en su

mujer, le acompañó a su Sevilla

natal y juntos hicieron realidad

un sueño: crear su propio negocio

y ver cómo a este otro lado del

Atlántico triunfaba el concepto

de excelencia en el servicio y la

calidad que habían asimilado en

California.

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