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«En 1999, entre ‘Los

Yesterday’ y ‘Los Templarios’,

entre ‘La Cuesta Jabonería’ y

‘El Séptimode Caballería’,

me puse el disfraz demadre

por primera vez»

CÁDIZ.

El carnaval de 1999 vino con un

niño debajo del brazo. No lo esperába-

mos hasta unmesmás tarde, pero el des-

tino es, a veces, demasia-

do caprichoso como para

hacerle caso, y aquel año

entre Los Yesterday y

Los Templarios, entre La

Cuesta Jabonería y El

Séptimo deCaballeríame

puse el disfraz demadre por

primera vez. Lo bueno de in-

tentar aquel lunes de coros entrar en la

plaza por el Arco deGaricoechea con un

embarazo de ocho meses es que todo

el mundo me cedía el paso y hasta me

cantaban viendo el volumen de mi ba-

rriga, aquello de «Aquí está la Parra Bom-

ba»… Yo era siempre de quedar en elmis-

mo sitio y a la misma hora con los mis-

mos amigos, y aquel año, aun sabiendo

que no era lomás aconsejable enmi es-

tado, no quise faltar a la cita. Siempre

fui muy de coros, y muy de aquella es-

quina donde todavía no estaba el Gri-

maldi, y donde todavía se coreaban es-

tribillos de otros años, se compartía el

vino y se pasaban algunos de los mejo-

res ratos del carnaval.

Cuandome quise dar cuenta, unas pe-

queñas molestias que yo achacaba a los

excesos del día anterior –el do-

mingo de coros habíamos

«cerrado la plaza», como se

decía entonces, y le había-

mos dado la vuelta detrás

de la última batea- se con-

virtieron en algo más, y

ante la insistencia del res-

petable que andaba por allí,

«chiquilla, tú lo que estás es de parto»,

nos fuimos al hospital, temiéndonos

lo peor, sin saber que nos esperaba lome-

jor. Porque, efectivamente, el médico

confirmó que estaba de parto. No recuer-

do una situación más surrealista; allí,

sin ropa para lo que venía, sin provisio-

nes ni previsiones, con las pinturas de

guerra de un lunes de carnaval y las ga-

fas de sol preceptivas en la plaza, iba a

nacer mi niño.

Así que acompañamos las contraccio-

nes con «y menos trabajo y más carna-

val», cada dolor con un «eso va ser de la

bujía» y el paseíllo hasta el paritorio lo

fuimosmarcando con «nome pegues ti-

ritos en el pecho… pégamelos en el culo

queya tengoel boquetehecho». Después

todo, fue una horita corta yAlberto fue

el auténtico pelotazo de aquel carnaval.

Grandioso por inesperado.

Ni la vuelta a casa el miércoles de Ce-

niza, ni las obligaciones propias de lama-

ternidad acabaron ese año conun carna-

val que nos devolvió a la plaza el segun-

dodomingodecoros, «pompom, gorrión»,

esta vez con un cochecito y un niño de-

masiado chico –seis días- que llevaba un

gorrito con dos orejas de ratón. No se lo

recomiendo anadie, la verdad. La incons-

ciencia no se lleva bien con la realidad y

acabamos enunbancoenCandelaria, don-

de se juntan las familias, donde sin saber-

lo aún nos esperaríanmuchos febreros.

Porque luego vendríanmás niños ymás

carnavales, peroningunocomoel de 1999,

el año que tuve dos corazones.

«En una horita corta

Alberto fue el auténtico

pelotazo de aquel carnaval.

Grandioso por inesperado»

Yolanda Vallejo, en 1999, con su hijo Alberto en el cochecito, sentada en un banco en Candelaria.

::

LA VOZ

«El carnaval que tuvedos corazones»

Nombre.

Yolanda Vallejo Márquez

Edad.

47 años

Lugar de nacimiento.

Cádiz

Profesión.

Bibliotecaria y colum-

nista de LAVOZ

Lo que más le gusta del Carnaval.

El concurso y los romanceros. La edad

no perdona

Lo que menos le gusta del Carna-

val.

El ambiente de la calle el primer

fin de semana. La edad no perdona y

la envidia, tampoco

DE CERCA

Yolanda Vallejo

S U P L E M E N T O E S P E C I A L

J U E V E S 2 3 . 0 2 . 2 0 1 7

ESPECIAL CARNAVAL

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