EXPERIENCIAS
PERSONALES
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ANTONIA BASALLOTE
CR Conil Solidario
Ayer se casó mi nieta y por
eso voy a escribir lo que viví.
Fueron unas horas en las que
me sentí feliz, aunque a la
iglesia no fui capaz de ir. Creía
que no podría resistir porque
no me encuentro muy bien
de ánimo y no quería meter
la pata, así que decidí no ir.
Pero al convite sí que fui
y cuando la vi llegar, y no es
porque sea mi nieta, parecía
una diosa. Hasta me puse a
temblar de la emoción. Es
una niña muy buena y tiene
un corazón que no le cabe
en el pecho. A la vez es muy
alegre y también trabajadora.
Ahora trabaja en Sevilla y se
encuentra muy feliz, no sólo
por el enlace sino que ella es
así. La vi muy enamorada y
ella es muy transparente. Y
tiene un desparpajo que no
puede con él. No le da ver-
güenza nada. En la Iglesia
trincó al novio y no le soltaba.
El novio también es muy
bueno y la quiere a rabiar.
Le deseo mucha salud y mu-
cha felicidad ¡a ver si esta
vez Dios me hace ese favor!
Yo me lo pasé muy bien: es-
taban mis cinco nietos, mis
sobrinas y sus maridos y
también la hermana que me
queda. Ahora que me pongo
a contar… también estaba mi
hijo, que era el padrino de la
novia. Me sentí orgullosa, ya
que siempre fue un niño muy
lindo tanto por dentro como
por fuera.
Cuando llegó la noche les
dije que ya estaba cansada y
me trajeron a la residencia.
Ya en mi cuarto, pensaba en
el día vivido. Fueron muchas
las emociones que sintió mi
corazón ese día y, como cada
noche al acostarme, lloré,
pero esta vez, de alegría.
A ti te lo cuento, Ana. Tú
querías que te escribiera y
ahora tengo la ocasión. Dis-
fruté un montón y allí no faltó
de nada.
AGUSTINA
UED Ntra. Sra. de la Caridad
Sanlúcar de Barrameda
Agustina vive sola y sus hijos
viven cada uno en su casa.
Aunque es ciega, tiene una vi-
vienda en propiedad y es au-
tónoma en la medida de sus
posibilidades. En la actualidad
piensa que hoy se vive muy
bien. «Esto es como el cielo».
«Mis primeros recuerdos
son de cuando yo tenía cinco o
seis años. Corría el año 1937.
En esa época había muy po-
cos colegios y para recibir un
mínimo de formación la ma-
yoría de los niños asistíamos a
las denominadas «migas». Las
clases las impartía una seño-
ra que no era maestra en una
casa particular. Había que lle-
var las sillas de casa y no había
pupitres. Era un primer piso y
en la planta baja había un de-
pósito de un almacén. El suelo
era de madera con agujeros y
los niños jugaban a introducir
por ellos una cuerda a la que
ataban un trozo de pan en su
extremo para que las ratas lo
mordieran.
En las casas no había ni
agua ni luz corriente. Solía
haber un pozo de donde sa-
caban el agua. El agua no era
potable y había que ir a una
fuente pública para poder be-
berla. Cuando el pozo de la
casa se secaba, por ejemplo
en verano, había que traer el
agua hasta para limpiar. Como
tampoco llegaba la luz eléctri-
ca, había que alumbrarse con
mariposas o reverberos.
Los fines de semana no
eran como ahora. No había
muchas actividades de ocio y
diversión. Sólo en verano, los
cuatro domingos de agosto,
algunos padres llevaban a sus
hijos a tomar un helado.
En aquella época no había
coches, solo había un taxi en
el pueblo. La gente se movía
en borricos y mulas, no había
dinero ni para bicicletas.
Había mucha escasez de
ropa y la poca que había de-
cente estaba en la casa de em-
peños.
Es sorprendente ver la vida
de ahora, ver cómo los hom-
bres respetan a sus mujeres,
éstas trabajan y son indepen-
dientes. Antes se dependía del
sueldo del marido para poder
vivir.
Hoy en día las mujeres
tienen muy pocos hijos y eso
está muy bien, no se les pue-
de criar bien cuando son mu-
chos.
Sin embargo, los niños tie-
nen demasiadas cosas y no las
valoran. Antes sólo se tenía un
muñeco de pasta o de cartón
y con eso tenías que jugar».
Toda una
vida
Agustina piensa que en la actualidad se vive muy bien
La boda
de mi nieta
Antonia Basallote
Agustina cuenta
cómo fue su vida
y cómo es ahora




