EXPERIENCIAS
PERSONALES
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FRANCISCO ESCORZA
Vitalia Guadalete S.L.
Me llamo Francisco Escorza
Murillo, tengo 81 años y soy
de Algodonales. En este pue-
blo he vivido mucho tiempo
en una residencia de mayo-
res, pero como mi compañe-
ro de habitación, con el que
mantengo una gran amistad,
se trasladó al centro Vitalia
Guadalete, ubicado en Jerez
de la Frontera, desde hace
siete meses me he mudado y
estoy viviendo de nuevo con
él. Nosotros estamos siempre
juntos.
Ahora os voy a contar mi
última aventura vivida con él
y con otros de mis compañe-
ros. El pasado 5 de octubre
tuvimos la oportunidad de
asistir a la Gala del Mayor,
que tuvo lugar en la Real Es-
cuela de Arte Ecuestre para
ver un espectáculo llamado
«Cómo bailan los caballos
andaluces». Allí pudimos ver
diferentes tipos de caballos
trotando, saltando, haciendo
coreografías en grupos y ca-
rros tirados por jinetes. Para
mí, esta actividad fue muy
emotiva, ya que me trajo mu-
chos recuerdos de la infancia,
pues desde pequeño he es-
tado trabajando con el gana-
do (burros, caballos, gallinas,
etc.) porque mis padres te-
nían tierras.
No pude contener las lágri-
mas ante un espectáculo tan
bonito, que me hizo revivir
muy buenos momentos. Lo
mejor de todo es que mi com-
pañero estuvo a mi lado y dis-
frutaba al verme feliz.
Recuerdos
que me llevaron a mi niñez
Residencia Hermanitas
de los Pobres
Día 18 de enero de 1957, en la
estación de Renfe que se lla-
ma Huenja. Era de noche y me
encontraba descansando para
empezar a las 20.00 horas mi
jornada de trabajo, ya que era
ferroviario. Mi compañero de
trabajo tuvo que ausentarse
antes de tiempo, ya que su
hija se puso en enferma y tuvo
que llevarla al pueblo que se
encontraba a cinco kilóme-
tros de distancia. Me llamaron
para ver si estaba disponible y
comenzar antes mi trabajo y
dije que sí.
Nevaba desde las 12.00 de
la mañana. Hacía mucho frío,
unos -9º. Sobre las 23.50 el
cielo estaba raso. A las 24.00
horas salí a la calle y estaba
nevando de nuevo. Esa noche
era de miércoles a jueves y a
las 3.45 tuve la mala suerte de
meter el pie en un hoyo que
había en el suelo, a consecuen-
cia de la nieve y me hundí. No
pude sacar el pie. En ese mo-
mento pasaba un tren por la
vía en la que me encontraba.
Por mucho que intente avisar
al tren fue imposible que pa-
rara a tiempo y perdí la pierna
derecha.
Tras el atropello me intro-
dujeron en un turismo que
había en la estación y, tras
un kilómetro de marcha, se le
apagaron las luces. Tuvo que
volver a la estación para que
oyeran el claxon del vehículo
para socorrernos. Me metie-
ron de nuevo en otro vehículo,
esta vez un furgón, y me man-
daron a Guadix para ser aten-
dido de urgencias.
Durante el trayecto, a la
máquina se le atrancó el regu-
lador y quedó parada. El jefe
de tren mandó a un jefe a la
estación para que llamara a
Guadix para que viniera otro
vehículo. En fin, el accidente
fue a las 3.45 horas y el doctor
no me atendió hasta las 7.00,
mandándome a la capital para
que me operaran.
Estuve tres meses, y dos
de ellos boca arriba sin poder
moverme. Llevaba casado dos
meses y tres día con mi mu-
jer. A los cuatro meses salí de
la clínica. La recuperación fue
lenta, y a los tres años del ac-
cidente conseguí andar por mí
mismo con una prótesis.
En 1958, nació mi primer
hijo, y con ello vino la alegría
de nuevo a mi vida, dándome
fuerzas para volver a ser feliz
tras aquel fatídico día.
Tenía tan solo 27 años,
pero eso no me impidió volver
a levantarme cada día con ga-
nas de trabajar, recuperarme
y tener una vida normal, plena
y feliz.
Una historia de superación y
valentía
Recuperación
tras un
accidente
laboral
en 1957




