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ENTREVISTA

a estar unidos, a echarnos un capote si la cosa

se ponía un poco tensa o a hacer extensiva la

buena sintonía con alguna mesa. Manolo y yo

siempre hemos tenido mucho feeling.

Cada vez se la da más importancia a la cone-

xión de la cocina y la sala, ¿cómo lo vive?

Aquí la hemos conseguido desde luego, y sí que

creo que es muy importante. Aunque pueda

haber algún momento de tensión cuando esta-

mos llenos, cada vez que acaba el servicio todo

vuelve a la normalidad. Todo gira en torno a

que el cliente se sienta a gusto y si tiene alguna

queja nos la transmite con total confianza. Yo

me he convertido en el buzón de quejas y suge-

rencias, porque saben que me lo pueden decir

sin problemas.

¿Qué otras virtudes hay que tener en su pues-

to?

Buena memoria, para no olvidar quién es cada

comensal ni sus circunstancias, preguntarle

cuando aparezca por la puerta y que sienta que

realmente nos interesa. Desde hace un año

tenemos una base de datos de clientes y eso nos

ayuda mucho.

¿Qué hace si entra algún cliente distante?

Al momento ves si te permite acceder a él o

no. Si es muy seco yo suelo ser más simpática,

y funciona. No se trata de hacer payasadas ni

la pelota, sino de estar pendientes, de evitar

errores y lograr que esté bien atendido. Yo

siempre digo (también lo decía Manolo) que

aquí hay que venir cada día como se va al Teatro

María Guerrero; da igual cómo vengas de casa

o si tienes problemas, hay que cambiar el chip y

conseguir que el cliente esté a gusto. Todo gira

alrededor de eso.

¿Son habituales ese tipo de clientes?

No lo son. Lo normal es que sean cariñosos y

accesibles, pero es cierto que no siempre ocurre

así. A veces han entrado y hemos conseguido

llegar a ellos, como ocurrió esta Navidad con un

grupo de amigos que reservó una mesa y le di

una redonda con un sofá que teníamos. Al señor

que hizo la reserva, que es de Madrid, no le gus-

tó nada y se quejó mucho, pero le expliqué que

lo hice para que se sintieran como en su casa y

estuve especialmente atenta con ellos. Ahora,

cada vez que regresa a Sevilla, viene a vernos y

me saluda muy cordial.

La mano izquierda es una herramienta clave

en su caso…

Hay que saber darle el punto que necesita cada

cliente, y estar dispuesto a improvisar según las

situaciones que se presenten.

¿Se desahogan con usted al verla tan simpá-

tica?

Ha ocurrido muchas veces, y yo intento encon-

trar una palabra que le calme en ese momento.

En una ocasión una señora me contó que su

marido la había dejado por otra.

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Aurora Bazo

Aurorita, como la conocen muchos de los

fieles del restaurante, es un torbellino de

simpatía y buenos presagios. Anfitriona

cum laude, ha sabido tejer un clima de

cordialidad, respeto y entendimiento en

este rincón de la calle Juan Pablos donde

pasa más horas que en su casa, o casi.

Allí se desenvuelve con la naturalidad

del que invita a su salón a un grupo de

amigos, y los atiende con exquisito trato,

disfrutando cada conversación, cada

saludo, cada despedida. Se ha convertido

en uno de los baluartes que mantiene

el negocio tras la pérdida de Manolo

León, puesto que ha sabido mantener la

esencia que este virtuoso de las relaciones

públicas trazó en este rincón de El

Porvenir.

Nació en Riotinto pero lleva casi toda

la vida en la provincia de Sevilla, donde

ha criado a sus tres hijas y ha echado

raíces, parece que definitivas. En los

pocos ratos libres que deja la hostelería

le gusta disfrutar de las amistades y

la familia, pero también de su casa, y

durante unas horas aparca las historias

que cada día le pone en suerte su trabajo

para sumergirse en las que las páginas

de los libros quieran contarles. A veces, la

realidad de su día a día supera con creces

a la de cualquiera de las ficciones que

encierra la literatura.

¿Qué cara se le puso?

Me mantuve natural, hay que estar preparada

para todo, aunque también hay anécdotas muy

positivas, como un matrimonio francés que vino

tres días seguidos y se sintió tan bien atendido

que al tiempo recibí una carta de la señora con

unos tickets de unas compras que había hecho

aquí y había olvidado en una tienda. Quería que

yo fuera y los devolviera para quedarme con

el reembolso y agradecer así lo a gusto que les

había hecho sentir. Es lo que decía al principio,

nos esforzamos en el trato ya sea un cliente de

toda la vida o alguien recién llegado.

¿Le ocurre a menudo que algún cliente pegue la

hebra y no le deje seguir con su trabajo?

A veces pasa, pero es mucho

más habitual que la gente

sea agradable y comprensiva.

Cuando eso ocurre, no queda

otra que escuchar con pacien-

cia y cortarle con mucho tacto

si fuera necesario para seguir

trabajando.

¿El cliente siempre lleva la

razón?

No es que siempre la lleve, es

que no ganas nada no dándo-

sela. Pienso que discutir con

un cliente es absurdo y no te

conduce a nada y así lo inculco

en el equipo.

Cuándo sale a comer por ahí

se fijará inevitablemente en el

trato que le dan al público…

No queda otra, es defecto de profesión. Gene-

ralmente ves gente muy profesional, pero a

veces también observas desidia en los camare-

ros. Aquí eso no está permitido, el cliente es lo

primero y se tiene que sentir como en casa.