CIELO O INFIERNO
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mis trajes negros que llevaba por mortaja, ni
siquiera me ofendí; mi cuerpo quedó al desnudo
como el de ellas. Comprendí que para entrar en el
cielo, había que estar en igualdad de condiciones.
Un suave cosquilleo sentí entre las piernas, al
fundirse sus caricias con mi carne: una frotaba sus
caballos en mi pecho, otra sus pechos con mi ano,
la otra me besaba los labios y la última introdujo
mi pene en su boca, para degustarlo suavemente,
entonces me sobrevino una placer inmenso que
nunca se apagaba, y ahí desperté, porque la
felicidad no puede durar eternamente; quizás a
unos les dure más que a otros, como a Robert
Redford. Seguro que nació en Los Ángeles y para
los ángeles...Yo, uno entre tantos, no he tenido la
gracia para vivir una vida placentera real; pero
nadie me puede quitar los sueños.
Me da igual que los ángeles enviados fueran del
Dios malo o bueno, me hicieron feliz durante el
sueño...Así lo certificaron, restos de semen
apreciados en mis calzoncillos blancos.
POEMA
Somos carne oliendo a muerte segura,
tal vez almas viajando al infinito,
aunque algunos dicen todo está escrito,
prefiero esencia en terrenal diablura.
Hablan de un túnel, y al fin hermosura,
de un dios que dicta su infierno al maldito,
y premia al dócil con cielo bendito.
Tan grande como pintan su cordura,
no culmina la perfección de su obra...
Siempre un demonio le hostiga en contienda,
y esa Ley Divina echa en falta y sobra:
más amor al cuerpo y mucha plegaria,