Mayores de Córdoba 2018 -2

Mayores de Córdoba 2018 -2

9 de octubre de 2018 Número 2

El trabajo en el huerto como terapia para nuestros mayores Terapia Ocupacional

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El huerto como terapia en la Residencia

Una animación sociocultural en alza que gusta mucho a los usuarios del centro Vitalia Palma del Río

Vitalia Palma del Río

ron en etapas anteriores de su vida. Son muchos los que han cultivado durante varios años sus propios huertos. Otros han colaborado de forma periódica o puntual en la recogida y cuidado de huertos y cosechas de fami-

La experiencia de la horti- cultura como una actividad de animación sociocultural dentro de los centros asis- tenciales (centros de día, re- sidencias, centros cívicos) ya es una realidad en nuestra sociedad. Los huertos suponen para los mayores un regreso a las actividades que desarrolla-

Muchos mayores han trabajado en huertos

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ACTIVIDADES DEL CENTRO

liares, amigos, etc. Es por ello que el cuidado del huerto su- pone una actividad muy sig- nificativa a plantear para los usuarios de las residencia de mayores. En Vitalia Palma del Río, todas las mañanas Manuel y Luis son los encargados de cuidar y mantener el huerto que tenemos. De él recolec- tan habas, patatas, berenje- nas, pimientos verdes, etc. También tenemos naranjos, como no podía ser menos en esta tierra de naranjas; limoneros y dos incipientes olivos.

esta residencia? —Manuel: Llevo 2 años y 3 meses. — Luis: Yo llevo unos 4 años y medio. —¿Os gusta la actividad del Huerto? ¿Por qué? —Manuel: Sí, mucho. De siempre he trabajado en el campo y me gusta y disfruto

mucho con esta actividad. — Luis: Sí, desde pequeño he tenido y trabajado en varios huertos. —¿Qué os gusta más y me- nos de esta actividad? — Manuel: Me gusta todo lo que rodea a esta actividad, pero lo que menos me gus- ta es no puedo hacer todo lo

que quisiera por mi estado de salud. — Luis: A mí, lo que más me gusta es ver cómo día a día va creciendo lo que sembra- mos. Del huerto me gusta todo. Gracias a los dos y que si- gáis con esas ganas y ánimo cuidando de nuestro huerto.

Manuel y Luis son los encargados de cuidar nuestro huerto

Manuel y Luis nos respon- den a algunas preguntas y nos explican su labor. —¿Cuánto tiempo lleváis en

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ACTIVIDADES DEL CENTRO

Circuitos mensuales para prevenir caídas

bingo, paseamos… Pero a mí, lo que más me gusta es hacer gimnasia. Por eso, cuando el fisiote- rapeuta y la terapeuta ocu- pacional me dijeron que íba- mos a hacer, una vez al mes, ejercicios para prevenir tro- piezos, caídas… ¡me encantó la idea! Y ahora, una vez al mes, montan diferentes pruebas con pelotas, aros, palos, bandas elásticas, huellas, etc. Y todas las personas que estamos en la Residencia y podemos caminar, hacemos esas pruebas con ayuda de ellos. Para mí, son unos ejerci- cios buenísimos porque, a mi edad, lo que más teme una es caerse y romperse al- gún hueso.

Una vez al mes, realizamos varios ejercicios

ARACELI SERRANO ENCINAS Residencia Municipal Fernando Santos de Añora ¡Hola a todos! Soy Araceli Serrano Encinas. Tengo 92 años y soy de Pozoblanco, aunque desde noviembre del 2017 vivo en la Residen- cia Municipal de Mayores Fernando Santos de Añora. Pese a mi edad, me con- servo bastante bien… ¡Aun- que tengo mis dolores como el resto de compañeros! En la Residencia estoy muy contenta porque nos cuidan de maravilla y, ade- más, hacemos muchas co- sas todos los días. Como, por ejemplo: leemos el pe- riódico, hacemos problemas matemáticos, jugamos al

Son unos ejercicios buenísimos

Nuevo residente en nuestro centro JULIO D. RUIZ Vitalia Azahar

estas cosas, pero me gusta todo cuanto veo por esta residencia. Los auxiliares son personas amables y muy simpáticas. Estoy en el Taller de Terapia Ocupacional, no sabéis las personas mayores las cosas que hacen en este taller de actividades. Hacen cosas de lana, de arcilla, de

dibujo, cuentas... Se hace el tiempo más agradable. Sin más, me despido de ustedes. Vuestro amigo: Julio.

Estimados del periódico ABC, yo soy un residente del centro Vitalia, aquí en Córdoba. Este centro es un edificio nuevo. Yo soy nuevo en la Residencia y, la verdad, no entiendo mucho de lectores

Me gusta todo lo que veo en esta residencia

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ACTIVIDADES DEL CENTRO

¡Estamos en antena!

Participación de nuestros usuarios en la radio local

MACARENA PEDRAZA UED AFA La Rambla

Este año, como novedad, tres personas usuarias del Centro de Día, acompaña- das de la Técnico en Anima- ción Sociocultural, Elízabet Garrido, participaron el día 19 de septiembre en el Ma- gazine Matinal de la radio local de La Rambla, Onda Pasión, para hablar de su experiencia en el Centro con motivo del Día Mundial del Alzheimer. Francis Molina fue el encargado de entrevistar a Rafaela García, Francis- co Lázaro Ortiz y Saturnina Alejandres, que disfrutaron mucho de la visita a la radio en la que pasaron un rato muy ameno. Además de esta activi- dad, el centro ha realizado otras como la instalación de

mesas petitorias e informa- tivas en favor de los enfer-

Fueron Rafaela, Francisco y Saturnina

mos de esta enfermedad y sus familiares.

Poema: «Mayores»

Mayor, qué joven fuiste. Vienen tus pensamientos: Amores, llora y ríe con la mirada caída sobre los cielos, sueña. Emocionada piensa en la juventud que hoy no dice nada. Sólo recuerdos.

Centro Vitalia Palma del Río

9 de octubre de 2018 Número 2 6 Cerca de Dios tengo mi felicidad

ción de atender a las mayo- res porque diariamente las visito, hablo con ellas, las consuelo y rezamos juntas. En esta casa puedo ir a misa diariamente y hay mu- chas actividades pastorales con las religiosas. A mi edad, sigo dando testimonio de Dios con mu- cho cariño, a mis compañe- ras, a los trabajadores y a todas mis visitas. A todos los invito a conocer a Dios por su palabra en la Biblia, orando y participando en la eucaristía. Él siempre ha estado pre- sente en mi vida. Mi fe la apoyo en que veo a Dios en cada persona, la acepto y la quiero como es. Estando aquí y teniendo el amor de Dios cerca, estoy llena, soy feliz.

A mi edad sigo dando testimonio de Dios con mucho cariño

L.S.A. CR Nuestra Señora de los Dolores de Córdoba Soy residente en la Resi- dencia de Nuestra Señora de los Dolores de Córdoba. Vine aquí porque no quería vivir sola y quería seguir te- niendo una vida espiritual. Un día entré a visitar la re- sidencia y sentí en mi co- razón que era aquí donde quería estar. En mi parroquia ante- riormente estaba en Pasto- ral de Enfermos y al entrar aquí sigo viviendo mi voca-

Esta usuaria puede ir a misa diariamente

El amor de mi vida HORTENSIA BRAVO CR Nuestra Señora de los Dolores de Córdoba

día antes de regresar a casa, me lo presentaron. Para mi sorpresa, en los días siguientes vino detrás. Tuvo que coger un tren « Nada ha cambiado . Es el único amor de mi vida» hasta Madrid y otro hasta Guadalajara. Un día de viaje que terminó en coche de línea para llegar a pedirme noviazgo. Al poco tiempo nos casamos. Fue poco tiempo

Es el amor de mi vida, no puedo decir que lo fue porque, aunque falleció hace siete años, hoy sigue vivo en mi recuerdo. A mi marido lo conocí con 18 años. Vivía entonces en Pareja, un pueblo de Guadalajara, y me vine a Córdoba con mi hermana a aprender mecanografía y taquigrafía. Durante todo el curso yo sentía que alguien venía detrás de mí, pero no le di mucha importancia. El último

y, tras veinte días, murió sin esperármelo. Lo pasé muy mal, no podía vivir sin él. Hoy está superado con mucha ayuda, pero nada ha cambiado, es el único amor de mi vida.

porque no queríamos estar lejos el uno del otro. Me casé y tuvimos cuatro hijos. Nos hemos llevado muy bien y me hizo muy feliz. Hace siete años enfermó

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EXPERIENCIAS PERSONALES

Carta de nuestros abuelos Algunos usuarios de la residencia cuentan su experiencia

Residencia El Mirador

Somos un grupo de perso- nas mayores que vivimos en la Residencia El Mirador (Al- modóvar del Río), que por distintos motivos vivimos aquí. Como dicen Matilde, Isa- bel, Pepe y Bea, «cuando me trajeron aquí, al princi- pio creí morir». Está opinión es la más generalizada. Otros veníamos como Gloria, Victoria y Manuela, sabiendo que queríamos venir a la residencia, pero a la vez estábamos asustados, «no sabíamos lo que nos íbamos a encontrar, qué compañeros, cómo iba ser nuestra vida aquí, renunciá- bamos a nuestra vida para empezar otra sin conocer a nadie y con el sentimiento de solos». Hay otro grupo, que es el más pequeño, como Chari, Araceli e Ileana, que lo de- cidieron ellas. No querían la soledad de la noche, el que sus hijos «cambiaran su for- ma de vida por atendernos» y otros, cuando ingresaron, venían mal físicamente o mentalmente como Antonia o Lola, que no sabían siquie- ra donde estaban. Al ir recu- perándose se fueron encon- trando mejor y le dijeron a su familia que ya no querían volver a casa: «Quiero que- darme aquí, estoy muy bien, tengo con quien hablar, ha- cer cosas y me quieren, me tratan bien, quiero acabar aquí mis días».

Algunos de los mayores de la residencia El Mirador

Al principio, el sentimien- to que teníamos es que no servíamos y nos estaban arrinconando. Pero, al cabo de un tiempo, nos dimos cuenta de que ese senti- Viendo cómo estamos, nos alegramos. Hemos creado una segunda familia. miento estaba desapare- ciendo, que aquí nos encon- trábamos bien, felices, nos encontrábamos acompaña- dos las 24 horas. Nos atien- den en las dificultades de nuestra vida diaria, inten-

tando superar nuestras limi- taciones. Además, tenemos tanto rehabilitación física como psicológica y, lo más importante de todo, nos dan cariño. Viendo cómo estamos, nos alegramos, hemos crea- do una segunda familia, con nuestras cosas buenas y no tan buenas. Tenemos nues- tros roces, como cualquier familia, que solucionamos enseguida. Hemos recupe- rado mucha de nuestra au- toestima, ayudamos a los que están un poco peor a resolver sus limitaciones, es como «yo te ayudo pero a la vez me estoy ayudando a mí». Durante el día tenemos muchas actividades: manua-

lidades, terapia y de ocio. Cada uno elige según sus preferencias. Participamos en la elección del menú, sali- das de ocio y culturales para mantener el contacto con él exterior, preparamos fies- tas según la época del año, participamos en concursos con diferentes asociaciones demostrando nuestras ha- bilidades y nuestro poder de superación, es decir, no- sotros celebramos todos los días, son especiales, únicos. Lo único que le pedimos a nuestra familia es que vengan a vernos y disfru- ten con nosotros de nuestro nuevo hogar y familia, que son nuestros compañeros y trabajadores.

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Un rambleño en AFA de Montalbán

dura enfermedad se la llevó con sólo 20 años. Este fue un golpe muy difícil de supe- rar, pero así es la vida, y sin esperarlo, te da segundas oportunidades, como me pasó con Ana María, la que fue mi mujer y con la que formé un hogar con nues- tros 3 hijos: Antonio, Juani y Ana. Pero nuevamente la vida me sacudió y quiso que Ana María se fuera antes que yo, dejando a mis hijos con edades de 20 años el mayor y 18 y 13 las niñas. Pero tengo que decir que mis hijos siempre me han

ayudado, en especial mi Jua- ni, que era la que se encar- gó de la casa y de nosotros cuando faltó mi mujer.

ces cuando me plantearon ir a algún centro para intentar reponerme. Entonces supi- mos del centro de Montal- bán y quisimos probar, ya que, aún siendo de La Ram- bla, conozco a muchísima gente de Montalbán, y una vez empecé aquí, ya no me quise ir. Estoy muy contento con todos los trabajadores, se portan muy bien conmi- go. Hacemos muchas cosas durante todo el día en el centro: fichas, ordenador, huerto… No me dejan parar, pero espero estar aquí por muchos años más.

Un usuario de AFA Montalbán hace un resumen de su vida

Una vez que empecé a vivir aquí, ya no me quise ir

MIGUEL RAIGÓN UED Montalbán

Me llamo Miguel Raigón García, nací el 5 de enero de 1941 en La Rambla, Córdo- ba. Crecí y viví en el campo, hasta que me fui a hacer el servicio militar. En el campo trabajé haciendo un poco de todo, guardando ovejas, arando, trillando… Todo lo que hacían los mayores lo hacía yo, siendo sólo un niño. Dejé mi vida en el campo para hacer la mili en Palma de Mallorca, en aviación, y tengo que decir que recuer- do esos 18 meses como los mejores de mi vida. Cuando regresé del ser- vicio militar empecé a bus- carme la vida como camio- nero. Con este duro oficio que me mantenía muchas horas fuera de mi casa es- tuve 25 años. Después seguí en la carretera. Cambié mi camión por un taxi que me acompaño otros 20 años, hasta mi jubilación. En cuanto a mi vida per- sonal, ha estado llena de altibajos, como casi la de todo el mundo, creo. He vi- vido momentos muy bue- nos pero otros también muy amargos. Tuve una novia antes de la mili, cuando éra- mos sólo unos niños, con la «mala suerte» de que una

Algunos años después de jubilarme, la salud empezó a fallarme y fue un ictus el que me dejó ya más dependien- te de mis hijos. Fue enton-

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EXPERIENCIAS PERSONALES

Mi vida como religiosa He sido muy feliz… Si volviera a nacer, volvería a hacerme religiosa

ENRIQUETA GONZÁLEZ Residencia Municipal Fernando Santos de Añora ¡Hola a todos! Mi nombre es Enriqueta González Galán. Nací el 16 de agosto de 1932 en Villaharta (Córdoba) y soy la más pequeña de ocho her- manos. Cuando cumplí los 12 años, entré en la Congregación de las Hermanas Mercedarias de la Caridad. Fue en esta Con- gregación donde inicié mis pasos como religiosa y donde alcancé mi formación. Recuerdo con mucha ale- gría mi viaje a Argentina. Era muy joven cuando viajé ha- cia ese país en el que tantas experiencias viví, como por ejemplo, formarme como en- fermera. Pasé gran parte de mi vida allí. ¡Hasta mi familia creía que ya no volvería! Pero, estaban equivocados. Regresé debido a que mi madre enfermó y debía en- cargarme del cuidado de ella. Al poco tiempo, con la edad de 102 años, finalmente, fa- lleció. Después, me trasladaron a Santiago de la Espada, un pe- queño pueblo de la Sierra de Jaén, donde pasé mucho frío y me quedé incomunicada, varias veces, a consecuencia de las grandes nevadas. Finalmente, por causas del destino, llegué hasta Dos To- rres, un pueblo aquí vecino, donde ejercí como directora de la Residencia de Mayores. Esta trayectoria la recuerdo mejor. Recuerdo, sobre todo,

los belenes tan grandes y bo- nitos que realizaba. ¡Incluso me quedaba alguna noche sin dormir para poder aca- barlos! Al mismo tiempo, también trabajaba como enfermera en el Centro de Salud de Po- zoblanco. Sin lugar a dudas, no pude elegir mejor profe- sión. Ser enfermera me ha gustado mucho. Pero, debido a que en la Residencia de Dos Torres estábamos muy pocas Her- manas, fuimos repartidas en varios lugares (residencias, escuelas, conventos) y yo fui trasladada a la Residencia Episcopal de Córdoba para encargarme del cuidado del Obispo y de otros sacerdotes.

Allí pasé, también, bastante tiempo. Con la enfermedad de mi hermana Pastora y, al morir mi hermana Consuelo, me vi obligada a pedir exce- dencia en la Santa Sede, para hacerme cargo de «Pastori- ta», como yo la he llamado siempre, desde el cariño. Ambas vivimos algún tiem- po en un pisito, pequeño, pero muy bonito, en Córdo- ba. Pero, a consecuencia de nuestro estado de salud, in- gresamos en la Residencia Municipal de Mayores Fer- nando Santos de Añora. Aquí, mi hermana «Pas- torita», que ya ha fallecido, y yo hemos sido, y sigo siendo, muy feliz. Aquí, en la Residencia, con- tinuó mi vida espiritual: reali- zado el rezo del Rosario dia- riamente, me encargo de las lecturas de la Misa Quince- nal, de arreglar la Capilla, de encender las velas, tomar la Santa Comunión cada domin-

go, escuchar Misa y también intento ayudar a todos mis compañeros, siempre que mi ayuda les sea útil. Aquí, incluso, el año pasa- do ayudé a preparar la visita del Obispo de Córdoba, quien se puso muy feliz de verme y con el que me fotografié para recordar ese momento. La foto de ese día la tengo pues- ta en mi mesita de noche, por cierto. En definitiva, me inspiro en la vida de Nuestro Señor Jesucristo para guiar la mía, para guiar mis pasos y para poder seguir dando ejemplo de la vida cristiana en la Re- sidencia. Como siempre he dicho: «He sido siempre muy feliz. Si volviera a nacer, sería religio- sa». Gracias a mi familia por ayudarme a recordar todos los datos reflejados aquí so- bre mi vida. Seguro que se me escapan algunos.

Sin lugar a dudas, no pude elegir mejor profesión: ser enfermera

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Mi vida pasada

Una usuaria de la Residencia Santa María nos cuenta su historia

Residencia Santa María

Éramos 4 hermanos, yo fui la primera, la niña. Los demás, todos varones. Siempre de- mostré ser muy entendida, me gustaba aprender todo y, sobre todo, quería estudiar. Quería ser una buena hija y hermana. Me hubiese gus- tado ser maestra, pero más aún enfermera. Lamentablemente, en mi casa no había dinero para eso, pero yo, todos los libros que caían en mis manos, los leía. Un tío mío era practican- te y, aunque trabajaba en el Hospital de Agudos, en su casa tenía consulta. En aque- llos tiempos había muchos sabañones infectados y a mí me encantaba ayudarle: se limpiaba con agua oxige- nada y luego se ponía yodo. Después, cuando las pupas estaban mejor, se le ponía halibut pomada, y de esta manera se curaban. En mi colegio la Milagrosa siempre destaqué. Cuando ya sabía de todo me pusie- ron para ayudar a la monja que estaba con los niños, pues su salud era delicada. Era una clase grande dividida en dos, en una parte estaban los más pequeños y en la otra los mayores. La super- visora me dijo que algo me darían por la labor que esta- ba haciendo, pero yo era feliz

La protagonista de esta historia, en una de las actividades organizadas en la residencia

enseñando a los niños. Sor Lucía, así se llamaba la mon- ja, fue poniéndose peor y se la llevaron a una residencia de las Hijas de la Caridad. De esta manera me quedé con todos los niños y les enseña- ba Gramática, Matemáticas, Historia Sagrada, Geografía… Algunas veces, cuando sor

Josefa me veía muy apura- da, me ayudaba un poquito. Además, los sábados tenía que ir a fregar la clase y lim- piar la pizarra. Un familiar que me cono- cía muy bien leyó en el perió- dico que en unos almacenes buscaban cajeras y empa- quetadoras. Me presenté y

saqué muy bien las dos co- sas, pero el señor me dijo que la hija de un contable de la casa también se había presentado y que las dos no podíamos trabajar en la caja, así que yo ocupé el puesto de empaquetadora. Un día, el jefe vino a hacer caja y no estaba bien, así que

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EXPERIENCIAS PERSONALES

Dos de las profesiones que le hubiera gustado desempeñar a esta mujer: enfermería y magisterio

le dijeron a mi compañera que pasaba al puesto de em- paquetadora. Al día siguiente yo, de cajera, pero la compa- ñera no estaba conforme con el otro puesto, así que final- mente me quedé yo con los dos, pero con un solo sueldo.

Un día, cuando entró un muchacho en la tienda, me dijo si podía hacerme una pregunta. «Usted dirá», le dije. «¿Usted es cordobe- sa?». Respondí que era es- pañola, andaluza y católica. En ese momento salió el que me ayudaba, se puso a mi lado y me dijo: «Pilar, la voy a acompañar a su casa». Así fue cómo me acompañó la primera vez. Me hablaba de sus padres, de que era viudo y eso le hacía sufrir. Más tar- de me dijo que tenía un hijo de 5 años que lo tenían sus padres, pero claro, su padre estaba mal de los pulmones y su madre era mayor y no podían cuidarlo bien. Un día me dijo que quedá- ramos para que lo conociera. Él sabía que yo los domingos a las 12 iba a misa a la Ca- tedral. Me trajo al niño y le dijo: «Luisito, es Pilar, si ella quiere será tu mamá». Él se acercó a mí y me dijo: «Hola, mamá». Esto me partió el alma, lo besé y lo abracé. De esta manera comenzó mi andadura con el que sería

mi marido. Lo quise mucho y fuimos muy felices. Mi fami- lia no estaba de acuerdo con la relación, me decían que con todos los pretendientes que tenía por qué razón lo elegí a él, pero yo me había enamorado. Nos casamos, buscamos la niña, pero como no vino, crié a mis 3 hijos, siempre dándole al pequeño prefe- rencia. Los tres hicieron la Prime- ra Comunión, pero a Luis no le estaban bien los trajes de los otros, era más robusto,

traía el sueldo del mes él tenía un apartado para sus gastos pero empezó a traer menos. Él decía: «no te pre- ocupes, no pasará más», pero la cosa fue en aumen- to: bebía alcohol, fumaba mucho y comía poco. Em- pezaron a salirle unas man- chas en la piel, así que fui- mos al médico, le dijo que tenía que dejar el tabaco y la bebida. Yo no sabía qué hacer, mi familia me ayudó en todo momento y a mis hijos nunca les faltó el pla- to de comida. Cuando dejó de salir ya no era él, fui al médico, pero me dijo que él no tenía voluntad ni fuerza para nada, y así si- guió hasta el final. Yo no quiero que sus hi- jos sepan nada de la última etapa de la vida de su padre, él los quería mucho, pero la vida se cebó con él. Yo siempre le querré, pues fue el padre de mis hijos y el amor de mi vida. Recuerdo que siempre me decía «niña» cuando quería algo, hasta el final de sus días.

Me hubiese gustado ser maestra, pero más aún enfermera

La empresa vendía mu- cho, sobre todo cuando era alguna fiesta y en Navidad me pusieron a un ayudante. Un día, el señor que me ayudaba estaba en la puer- ta esperándome y me dijo: «¿Quiere que la acompañe a su casa?». «No, muchas gra- cias, sé ir sola», le dije. En otra ocasión me pidió per- miso para beber de un botijo que yo tenía, yo le dije que bueno, pero no he visto más agua que bebía.

Yo siempre le querré, pues fue el padre de mis hijos y el amor de mi vida

así que le hicieron un panta- lón corto gris, camisa blanca y un chaleco compañero a los pantalones. Mi marido empezó a va- riar de carácter, cuando me

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A mi compañera de habitación

MARI CARMEN Vitalia Palma del Río

Mi nombre es Mari Carmen. Vine a vi- vir a la residencia Vitalia Palma del Río hace dos años y medio aproximada- mente. Yo venía muy mal y, a día de hoy, sigo aquí porque no puedo vivir sola. El día del ingreso me comentaron que tendría que compartir habitación con una mujer que llevaba aquí una semana. Es mayor que yo y de carácter so- mos la noche y el día. Pero hemos sa- bido compenetrarnos muy bien. Casi podría decir que la considero como de mi familia. Me ha ayudado mucho a superar mis problemas. Y, a pesar de ser tan distintas, jamás hemos discutido. Aunque reconozco que ella siem- pre «ha llevado los pantalones» en esta nuestra habitación. Ella es quien enciende y apaga el aire, marca la hora de irnos a dormir y, cuando mi cama la hago regular… ¿qué creéis? También me regaña. Jamás pensé que en un centro de este tipo podría encontrar una perso- na tan encantadora. Soy afortunada de tenerte como amiga. A ti, Pepi Medina, de tu compañera de habitación.

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