La monja y el cura
Una tibia tarde de primavera,
en silencio y a la umbría de un avellano,
vi hacerse el placer a golpe de mano,
…un santón en disciplina severa;
más que de sí, de vida venidera,
cuando mis dedos deslicé por su ano,
creyó le aupaban al cielo cristiano,
lindos ángeles que Dios prometiera.
¡Volved aquí !, ¡os prometo mi gloria!
En justicia para dos el disfrute,
tu pene… mi clítoris, nuestra euforia,
y ese demonio que llevo y no quiero,
de castidad e infierno por dispute,
muera al fin en la hipocresía del clero.
96