LA FIESTA DE LOS JORNALEROS
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Mi suegro que no daba crédito a todo lo
sucedido… el pobre, mal de las piernas, pensó y
manifestó: ¡Antonio!, ¿quieres que nos vayamos a
pie por el camino del Viso?... así lo hicimos,
aunque nada más comenzar la ascensión, vimos a
lo lejos un hombre con aspecto de labrador que
no conocía, cuando fuimos a cruzarnos, paró y
nos dijo: ¡Hola!, ¡soy de la hermandad de los
jornaleros de Torres!, ¿quieren dar algo para las
fiestas y los santos?, son dentro de pocos días.
¡Otra vez! ¡Que fastidio!, tampoco llevaba nada,
menos mal que mi suegro tenía dos mil pesetas y
las dimos a este señor.
Al poco rato, venía en su coche mi señora, al
tardar tanto, pensó que algo nos había sucedido;
que casualidad, siempre se iba por la carretera de
Torres y esta vez acortó por el camino del Viso.
Nuestra suerte comenzó a prosperar. Volvimos al
cortijo y encontré la tapadera de la mochila en el
suelo, las llaves del coche estaban en la mesa de la
nave de aperos; a partir de entonces todo sobre
ruedas.
El fin de semana de la fiesta los Jornaleros de
Torres, fuimos al parque, a la verbena, toda la
gente del pueblo y forasteros beben y comen
gratis, existe una gran alegría; por cierto, encontré
al desconocido quién me saludó y dijo: ¡Antonio!,
¿ha cambiado ya tu suerte?... Yo enfrascado en la
fiesta seguí hablando cordialmente, pero al poco
tiempo, me retiré unos pasos y poco a poco se me
vino a la memoria: ¿de qué conoce este señor mi
nombre?, ¿cómo sabe que ha cambiado mi suerte?
Hice promesa con mi suegro de no contar
nuestras desdichas y es persona que guarda los
secretos. ¿Qué está pasando? Volví para pedir
explicaciones, sin embargo, el desconocido ya no
estaba.
Desde entonces, siempre llevo dinero en la cartera,
aunque soy poco limosnero, con los santos no se
pueden tener tonterías.
POEMA
¡Abre tu puerta Primavera!,